Joel Hernández Santiago
De enero de 2019 a julio de 2021 el gobierno mexicano ha detenido a por lo menos 382,371 migrantes centroamericanos y caribeños. Tan sólo en Chiapas han sido 146 mil en ese lapso. Para hacerlo están ahí, en la frontera sur, más de 13 mil elementos de la Guardia Nacional, del Ejército mexicano, del Instituto Nacional de Migración.
Es una tarea que llevan a cabo por órdenes superiores y en la que los protocolos de salvaguarda a la integridad, derechos humanos o tratados internacionales están ausentes: son papel mojado para los oficiales mexicanos. El único protocolo es el de contenerlos a toda costa; expulsarlos aun mediante el uso de la fuerza extrema y sin ninguna consideración legal de por medio.
Así que las escenas no pueden ser más dramáticas y, por lo mismo, dolorosas. Operadores de México persiguiendo y aun golpeando a hombres, mujeres, niños… Gente que persigue a otra gente por el sólo hecho de que ésta quiere encontrar distinta vida, otras oportunidades: ser feliz…
Su intención no es quedarse en México –no muchos, por lo menos–. En general lo hacen para llegar a través de nuestro país a los Estados Unidos (EUA), lo que para ellos significa alcanzar ‘la tierra prometida’, ‘el lugar del todo cumplido para todos’, ‘el espacio de libertad, trabajo y progreso’, según saben y se les ha dicho.
Es un sueño que acarician a la vista de su propia tragedia. Porque vienen de países en crisis políticas extremas o en crisis por fenómenos naturales en los que han perdido todo o porque las condiciones económicas de sus naciones los expulsan a buscar otros espacios para subsistir ellos y sus hijos. Y salen aunque no quisieran hacerlo. Nadie se va de los lugares en donde se es feliz.
Muchos llevan a cuestas a sus hijos pequeños y a los que de tiempo en tiempo utilizan como escudo protector –inútil ya–. Algunos de estos pequeños no alcanzan a comprender, aún, la magnitud del éxodo que viven y no entienden por qué están ahí y hacia dónde van. Se dejan llevar en su inocencia. Muchos otros menores caminan a solas. Fueron enviados por sus padres para salvarlos de su propia circunstancia y de un futuro que presagian doloroso: “Mejor así”, piensan.
Son miles de centroamericanos, haitianos, africanos… de tantos países y la mayoría de ellos en condiciones precarias. Son gente que evidentemente no tiene recursos para llegar por aire al ‘País de Oz’. Aun así ven la forma de juntar algunos recursos para pagar las ayudas; a “los coyotes” que con frecuencia los traicionan y se quedan con lo recibido.
Saben que deben traer algo de dinero para pagar extorsiones, para pagar corrupción oficial; para comprar al triple los productos de consumo, o servicios, a lo largo del camino, por mínimo que sea el recorrido porque, como se ha visto en días recientes, son pocos los kilómetros que les permiten recorrer: En unas cuantas semanas se han disuelto cinco caravanas de migrantes.
Antemano saben que cruzar por México es un peligro para ellos. Los delincuentes quieren quitarles lo poco que traen; algunas veces los secuestran –a los más jóvenes- para obligarlos a incorporarlos al crimen organizado como carne de cañón; a muchas jóvenes las sustraen para arrastrarlas a la prostitución. Niños se pierden y nunca se sabe dónde están. Todavía no hace mucho, algunos migrantes caían del tren “La Bestia” y quedan mutilados…
Y sí: todo esto pasa en México, al sur del país. En la tierra en la que nuestra Constitución establece como tierra de libertad y en donde todos, por el sólo hecho de estar en tierra nacional, tiene derechos y obligaciones en ley. Nada es suficiente para llevar a cabo la tarea contraída con EUA.
La exigencia de Estados Unidos a México es la de contener a toda costa la migración hacia su país. Esto hace que el gobierno mexicano actúe de forma extrema. Lo hacía, de alguna manera, antes de iniciar este gobierno. Pero se endureció por acuerdos del gobierno de López Obrador con el gobierno de Donald J. Trump cuando aún era presidente de EUA.
El mismo Trump se jactaba de su amistad con el presidente mexicano: ‘Mi amigo López Obrador’, y presumía que había conseguido poner un muro pagado por México con por lo menos 27 mil guardias que resguardaban su frontera.
Y cuando se suponía que Joe Biden vendría a cambiar la situación y a establecer políticas de colaboración entre su país y los del sur, incluido México, el tema ha sido el de la contención-contención-contención obligada.
El presidente de México no está contento con esta tarea y con la situación. No está contento con que el gobierno de Estados Unidos que expulsa a migrantes y en vuelos especiales los coloca en territorio mexicano y mucho menos que se siga usando a nuestro país como salvaguarda de migrantes que solicitan asilo en EUA…
El Ejecutivo mexicano ha dicho que enviará una carta para tratar el tema con Biden. En todo caso la solución es global y multidisciplinaria. “Sembrando vida” no lo es porque ni siquiera aquí ha dado muestras de ser solución al arraigo.
Mientras tanto, en este momento los agentes mexicanos siguen persiguiendo a migrantes. Nosotros, un país también de migrantes. Y lo que no nos gusta que se haga a mexicanos, se hace a otros. Vaya lógica. Los migrantes merecen nuestra consideración, respeto y la ley en la mano.
Contenerlos y golpearlos no es solución. Usar la fuerza como ahora se hace, nunca. Sí es agravio para todos. En el tema están involucrados tanto los gobiernos de EUA, como de Canadá, los de Centro América y del caribe, como Haití. Todos juntos habrán de encontrar la solución honorable y justa para todos.
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