México y Perú: “Del puente a la alameda” 

 

Joel Hernández Santiago.

 

El lunes 3 de noviembre pasado, Betssy Chávez, expresidenta del Consejo de Ministros del Perú durante el gobierno de Pedro Castillo (28 de julio de 2021 al 7 de diciembre de 2022), de forma subrepticia ingresó a la embajada de México en Perú. 

 

Pidió asilo. Le fue otorgado por el gobierno mexicano y aun hoy, con las relaciones diplomáticas y rotas, ella sigue ahí, dentro del recinto diplomático, aun sin representación mexicana.

 

La ex funcionaria de aquella nación había salido de una larga detención en su país desde mediados de 2023 para seguir su proceso en libertad, acusada de haber sido parte del intento de auto golpe de Estado que habría fraguado Castillo el 7 de diciembre de 2022. 

 

Para él, la Fiscalía del Perú pide que se le aplique una condena de 34 años de prisión acusado de los delitos de “rebelión, abuso de autoridad y grave perturbación de la tranquilidad política”, en tanto que a Betssy la requieren por ser parte de ese entramado. 

 

El pasado viernes 21 el Poder Judicial peruano emitió una orden de captura internacional y dictó cinco meses de prisión preventiva en contra de Betssy Chávez,

 

La tarde del 3 de noviembre, día en el que se le concedió el asilo en la Embajada mexicana, el gobierno del Perú acusó al gobierno mexicano de llevar a cabo un “acto inamistoso” y, por tanto, decidió romper relaciones diplomáticas con México argumentando, también, que México está haciendo un mal uso del derecho de asilo internacional y que desde el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, como el de la presidente de México Claudia Sheinbaum, ha habido una permanente injerencia en asuntos internos de aquel país. 

 

Enseguida la encargada de negocios en la embajada de México, Karla Ornelas, fue expulsada del país sudamericano. Hay que recordar que el embajador Pablo Monroy, fue expulsado en diciembre de 2022 de Perú durante el mismo conflicto entre ambos países y que ya escaló.  

 

Para el 6 de noviembre, el Congreso de Perú declaró a Claudia Sheinbaum «persona non grata» bajo el argumento de “su inaceptable injerencia en asuntos internos de Perú y de otorgar asilo a la ex primera ministra Betssy Chávez y por sus críticas a la situación política y legal de Pedro Castillo.”

 

Desde el gobierno de López Obrador la situación se tensó debido al apoyo que el mandatario mexicano había expresado al ex presidente Castillo, detenido por la Fiscalía peruana. 

 

De hecho AMLO fue a más: El 17 de febrero de 2023 se negó a entregar la presidencia de la Alianza del Pacífico a Perú a la presidenta de Perú, Dina Boluarte, por considerarla ilegítima. 

 

El 24 de febrero de 2023 la llamó «presidenta espuria» y «usurpadora» en una Mañanera. Estas declaraciones las reiteró en mayo de 2023. Por su parte, la presidenta Sheinbaum ha seguido la línea de López Obrador y ha criticado al gobierno de José Jerí, el presidente conservador, quien entró en sustitución de la presidenta destituida Boluarte. 

 

El tema se agrava. El presidente Jerí, reveló que no descarta irrumpir en la embajada mexicana en Lima para detener a Chávez. Esto a través de una entrevista con el diario “El Comercio” el 23 de noviembre. Un día después, el primer ministro del Perú, Ernesto Álvarez, negó que el gobierno contemple un ingreso forzoso a la embajada mexicana, no obstante la amenaza está ahí. 

 

Por su parte el gobierno mexicano ha defendido su postura. Rechazó el grado de “persona no grata en Perú” para la presidente Sheimbaum y mantiene la postura de apoyar a Pedro Castillo y a Betssy Chávez. Acusa, además, que si el gobierno de Perú interviene en la embajada de México se estaría cometiendo un grave delito en derecho internacional y a la norma.

 

El canciller mexicano, Juan Ramón de la Fuente poco hace. O nada. Apenas de pronto aparece en protocolos de recepción o en discursos oficiales pero en los grandes problemas internacionales de México con otros países poco aporta para su solución diplomática. 

 

Lo de Perú es uno más de los problemas que México tiene con el exterior. Los tiene –aunque se diga que se llevan de maravilla—con Estados Unidos. La injerencia de Trump en asuntos mexicanos está a la vista y como él mismo ha dicho: Aquí se hace lo que él dice. 

 

Hay problemas con España con aquella insistencia que creíamos que terminaría con la llegada de Sheinbaum, pero no, de hecho se le ha atizado desde México exigiendo ese perdón por lo ocurrido durante la conquista hace 500 años. 

 

Con Argentina hay un distanciamiento silencioso. Nada con un gobierno de ultraderecha, según el criterio ideológico del gobierno mexicano, presumiblemente de izquierda. El asunto no queda en lo ideológico entre naciones, debe predominar el apego a los ciudadanos de todo país en términos de respeto mutuo y de interés comercial.  

 

Con Ecuador están rotas las relaciones desde abril de 2024, luego de que fuerzas de la policía y militares irrumpieran en la embajada mexicana en Quito para capturar al ex vicepresidente Jorge Glas, que había recibido refugio. 

 

Hasta algunos años se decía que algo de lo que México podía presumir era su política exterior: siempre equilibrada y de respeto al derecho ajeno y la soberanía de las naciones. México era el eje central en la política latinoamericana y era la voz fuerte de defensa y arreglo. Ya no. 

 

Hay demasiados problemas al interior del país como para extenderlos al exterior. Y sí, muy cierto, que opere la diplomacia y el diálogo. 

 

Pero también es cierto: falta el interlocutor. Las embajadas mexicanas se han cubierto de políticos en desahucio, a pesar de que México tiene diplomáticos de carrera, brillantes y bien preparados y dispuestos. Pero ¿Dónde están?

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