Más de siete meses de cuarentena por la pandemia del COVID-19, en medio de una grave crisis económica y sin que mejore la situación sanitaria, avivan la llamada grieta, una polarización radical que parte en dos a Argentina.
De un lado, se repiten las protestas o cacerolazos contra la gestión del presidente de centroizquierda, Alberto Fernández, al que acusan de “destruir” al país.
Del otro, crece la indignación entre afines al gobierno peronista por la “irresponsabilidad” de la oposición al alentar marchas en plena pandemia del coronavirus, que en Argentina deja más de 700,000 casos, supera los 19,000 muertos, cifras que ubican al país entre los más afectados del mundo.
Para Daniel, un peluquero de 57 años, la economía argentina, en recesión desde el 2018, llegó a un punto insostenible. Las peluquerías abrieron hace poco, pero él trabajó clandestinamente desde que el 20 de marzo se decretara la cuarentena.
“¿De qué voy a vivir? Nos hemos convertido en el hazmerreír del mundo. La cuarentena más larga y los peores resultados”, afirma.
Priorizar la vida
El impacto ha sido brutal: en el segundo trimestre del año, la economía del país sudamericano, uno de los mayores productores y exportadores de alimentos en el mundo, se contrajo un 19.1%, respecto al mismo periodo en el 2019.
El derrumbe es tan hondo que supera al del primer trimestre del 2002 (16.3%), en uno de peores los momentos de la crisis que estalló a fines del 2001.
Argentina volvió a alcanzar en agosto una de las tasas de inflación más altas del mundo (40.7% interanual) y analistas pronostican que llegará a 43.9% a fin del 2020.
Pero el mandatario argentino defiende que la economía “se recupera, la vida no”.
Carol Diamondstein, una psicóloga, está de acuerdo. “Es muy compleja la situación, se priorizan las vidas, ya que si el sistema sanitario colapsa, sería espantoso para todos”, advierte.
“La economía cayó en todos lados y nosotros tenemos muchas menos muertes”, defiende.
Punto álgido de la grieta
Luciana Kirjner, una socióloga de 27 años, critica a los que salen a marchar no solo por el riesgo de contagio, sino porque “hacen tambalear a un gobierno elegido democráticamente”.
Al asumir el mando en diciembre, el mandatario argentino se propuso entre sus metas disolver la grieta, que resurgió con fuerza en el gobierno de la expresidenta (2007-2015) y ahora vicepresidenta Cristina Kirchner y continuó en el del liberal Mauricio Macri (2015-2019). Tuvo un momento de tregua al comienzo de la cuarentena, cuando la mayoría de la población se alineó con Fernández.
Pero ahora “estamos en el momento más álgido”, asegura el politólogo Carlos Fara.
Temas que ya preocupaban a la opinión pública como la inflación, la desenfrenada devaluación del peso, la inseguridad o el desempleo, afloraron con más fuerza.
Una encuesta de la consultora Giacobbe & Asociados, realizada entre el 13 y 15 de julio, reflejó que el presidente tenía un 42.8% de aprobación. Una caída de 25 puntos con respecto a marzo, cuando su imagen positiva estaba en 67.8%.
¿Fernández o Fernández?
El politólogo Marcos Novaro asegura que la “polarización en Argentina se agudizó ante el impulso de Cristina Kirchner de hacer avanzar su agenda”. Hoy “Alberto y Cristina están muy pegados, esto no era así hace tres meses”, opinó.
Para Novaro, el presidente se “abraza a la cuarentena porque es el camino más fácil, pero al no tener una estrategia, ni política ni económica, continúa con algo que le ha funcionado. Al mismo tiempo, tiene la necesidad de unir al Frente de Todos (coalición oficialista) y toma una posición más radical”.
Medidas como el intento de expropiación de la agroexportadora Vicentin, que luego dio marcha atrás, o la reforma judicial que se debate en el Congreso provocan indignación entre la oposición que vuelve a preguntar: ¿Quién manda en Argentina: Alberto o Cristina?.
A la vez, desatan decenas de comentarios en las redes sociales.
El gobierno argumenta que los cambios en la Justicia garantizarán la desconcentración de poder en manos de un puñado de jueces federales. Pero las voces contrarias aducen que el fin es controlar la justicia penal y beneficiar a Cristina Kirchner, indagada en nueve causas, la mayoría por corrupción.
La polarización argentina también genera una avalancha de desinformación. Noticias de que el gobierno había dejado de emitir pasaportes “para evitar que los argentinos viajen” o de que el presidente dijera que Argentina “debía seguir el modelo venezolano” fueron compartidas miles de veces.
Vía | AFP
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