Justin Trudeau empieza a quedarse solo por el escándalo de los sobornos a Muamar Gadafi

Justin Trudeau está empezando a quedarse solo. El escándalo sobre la presunta injerencia del primer ministro canadiense en la Justicia del país para proteger a la empresa constructora SNC-Lavalin ha provocado una nueva dimisión en su gabinete.

En esta ocasión se trata de la ministra de Hacienda -aunque su cargo oficial es “presidenta del Consejo del Tesoro”- Jane Philpott, que ha dejado el cargo hoy por las “seria preocupación” que, dice, le han causado las revelaciones de la ex ministra de Justicia, Jody Wilson-Raybould, que la semana pasada denunció en el Parlamento las presiones que, según ella, recibió del propio Trudeau y de otros miembros del Gobierno para que la sanción a SNC-Lavalin por pagar sobornos a la Libia de Muamar Gadafi no tuviera impacto económico en la provincia canadiense de Quebec.

SNC-Lavalin es un gran donante del Partido Liberal, y sus operaciones se concentran en Quebec, la provincia en la que el primer ministro tiene depositadas sus esperanzas de reelección en las elecciones generales que se celebran dentro de ocho meses.

Acaso lo más paradójico es que, según los críticos del primer ministro, Trudeau podría haber evitado toda esta crisis simplemente dejando a Wilson-Raybould como ministra de Justicia. Fue su decisión de retirarla de ese cargo para darle el de ministra de Veteranos de Guerra -una posición de mucha menor entidad- lo que provocó que Wilson-Raybould dimitiera en enero, y, en su espectacular testimonio en el Legislativo canadiense la semana pasada, hablara y acusara directamente a Trudeau.

Todo ello ha creado un enorme revuelo sobre una actuación que es criticable políticamente, pero que, de acuerdo con lo que se sabe, no constituye delito.

La salida de Philpott del Ejecutivo es un golpe para Trudeau, porque revela hasta qué punto el primer ministro ha perdido el respaldo de, al menos, una parte de sus colaboradores más cercanos. La ya ex ministra se despide del jefe del Estado con una carta en la que señala que tiene “que declarar con tristeza” que ha perdido “la confianza en cómo el Gobierno ha afrontado este asunto y en cómo ha reaccionado a las cuestiones que [el escándalo] ha planteado”.

Eso es problemático para el primer ministro, puesto que, en un sistema parlamentario como el canadiense -o el español o el británico-, el apoyo del partido al jefe del Gobierno es fundamental.

La dimisión de la titular de Hacienda podría ser una señal de que el jefe del Ejecutivo no tiene carta blanca de sus correligionarios, y más cuando el partido Liberal va por detrás del Conservador en los sondeos. Con más comparecencias parlamentarias previstas para esta semana, es imposible saber si el primer ministro va a ser capaz de desactivar la crisis.

Trudeau ha cancelado el viaje que tenía previsto hoy a Regina, la capital de la provincia de Saskatchewan, en la que iba a participar en varios eventos de cara a las elecciones de otoño. Saskatchewan es, precisamente, uno de los feudos del Partido Conservador.

Los problemas de Trudeau no sólo son políticos. La economía de Canadá, que es muy dependiente de la exportación de materias primas, está frenándose, lo que agrava sus problemas de popularidad.

con información de el mundo

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