Guadi Calvo*.
El presidente norteamericano, Donald Trump, este último martes 25 de febrero, concluyó su primera, breve y poco remunerativa visita a India, donde más de una gloriosa y sangrienta puesta en escena de su adlátere Narendra Modi, no hubo demasiados anuncios respecto a comercio, inversiones y sobre todo en seguridad, tema en que ambos jefes de estado son más que almas gemelas. El presidente norteamericano logró la venta de 24 helicópteros Seahawk MH-60R de uso múltiples y seis de ataque AH-64E para la marina y el ejército indio, por unos tres mil millones de dólares. Los negocios de Trump en India, apuntan a confirmar el importante repunte que han tenido las ventas de armamento al país asiático que aumentó sus adquisiciones de productos estadounidenses en el campo de la defensa de casi nulas en 2008 a un total de casi 23 mil millones de dólares en 2019.
De todos modos Trump pretende reducir más su déficit comercial con India, por lo que ha aplicado aranceles al acero y al aluminio, produciendo acciones adversa en la política comercial de Nueva Delhi, hacia Washington, como elevar los aranceles a los productos agrícolas y restricciones a los productos médicos norteamericanos, lo que generó que Estados Unidos retirando a India un programa de comercio preferencial de varias décadas.
En la gira que duró apenas 36 horas, jalonada por actos multitudinarios en las que no escatimaron en elogios mutuos el Primer Ministro indio y el presidente norteamericano, apenas soslayaron la guerra de baja intensidad que ambos mantienen sobre aranceles y déficit comercial. Tampoco se hicieron referencias profundas sobre al tema que desde diciembre sacude India, la controvertida Ley de Enmienda de Ciudadanía o CAA, (Ver: India, entre la guerra civil o el genocidio) una normativa que dará la ciudadanía a los inmigrantes ilegales hindúes, sikhs, budistas y otras religiones minoritarias originarios de Afganistán, Bangladesh y Pakistán, marginando ostensiblemente a millones de musulmanes que no podrán acreditar haber nacido en el país o encontrarse radicados en el desde antes del 31 de diciembre de 2014. La ley ha provocado innumerables protestas a lo largo de India, en las que se han producido muertos, heridos y miles de detenidos. La protestas no solo han incluido a la minoría musulmana, unos 200 millones, que desde la llegada de Modi al gobierno en 2014 no ha dejado de sufrir serias restricciones a su libertad, sino a miles de estudiantes, militantes de organizaciones políticas profesores, activistas de derechos humanos enfrentadas a las políticas de Modi, y su partido el ultraderechista Bharatiya Janata Party (Partido Popular Indio) o BJP, quien está intentado establecer la Hindutva, la concepción de una sociedad basada en los principios del hinduismo. (Ver: India: Una peligrosa deriva al fundamentalismo).
Durante su visita Trump, dijo a los periodistas que había escuchado sobre ola de violencia pero que no lo había hablado con el Primer Ministro, quién lo agasajado con un verdadero baño de multitudes, en un mitin llamado Namaste Trump (saludo de bienvenida en sánscrito) al que acudieron más de 125 mil personas, en el que fue ovacionado el “egregio” visitante, que llegó hasta un estadio de cricket, en la ciudad de Ahmedabad, estado de Gujarat, del que Modi fue Primer Ministro (gobernador) doce años. Para ocultar la miseria de un barrio de chabolas, el actual Primer Ministro de Gujarat, mandó a construir un muro de unos 500 metros de largo para ocultar un barrio marginal, además de desalojar a 45 familias, en un solo día y sin aviso previo, que vivían en chabolas, que quedaban muy a la vista del de la comitiva presidencial.
En su breve estadía, como si fuera poco Trump fue llevaba a conocer un edificio muy parecido al hotel-casino que él construyó en los años noventa en Atlantic City, llamado Trump -Taj Mahal, además de soportar múltiples homenajes a un santón flacucho y algo desnudo, conocido como Mahatma Gandhi.
Trump con este viaje, respalda a un aliado fundamental y más en estos momentos que India retorna al redil de occidente, después de décadas de coquetear con Rusia en cualquiera de sus formas políticas y que su archienemigo Pakistán, conforma una alianza estratégica militar y comercial con China.
Tampoco Trump evitó referirse, la cuestión de Cachemira, el largo conflicto que ha disparados tres guerras e infinidad de choques armados entre India y Pakistán, por el cual el presidente norteamericano, quien en algún momento presentó un plan para resolverlo, dejó en claro que todavía seguía dispuesto a ofrecerse como mediador. El ejército Pakistaní, con armamento nuclear al igual que India, fue un aliado histórico de los Estados Unidos, siendo un jugador fundamental en el desenlace de la guerra antisoviética en Afganistán, por lo que sin dudas debe haber todavía esplendidos recuerdos norteamericanos en las arcas de muchos militares pakistaníes, que podrían ser tentados a regresar al buen camino que los dirija otra vez hacia Washington.
Esperando a Mister Marshall
Siempre la visita de un presidente norteamericano, a cualquier nación llena de necesidades como es la India, dispara lo mismo que retrató el genial Luis García Berlanga en la legendaria “Bienvenido Mister Marshall”, donde los habitantes de Villar del Río, esperan la llegada del todo poderoso general George Marshall, a quien entendían como un Papa Noel en uniforme. En este caso quizás Modi se haya sentido hermanado con los vecinos de Villar del Río, cuando vio partir del aeropuerto de Nueva Delhi al Air Force One llevándose al rubicundo mangante neoyorkino, sin haber abierto la billetera. Teniendo Modi, tras la partida de su amigo, que hacerse cargo del alto costo de la visita de su compañero de ruta.
Pocas horas antes de la llegada de Trump a India, se habían producido siete muertes en distintas manifestaciones en Nueva Delhi, día y medio después los muertos había ascendido a 29 y los heridos a cerca de 300, mientras las protestas continúan por lo que este número puede seguir trepando.
La mayoría de las víctimas no cayeron bajo la represión policial, sino a mano de militantes del Bharatiya Janata Party armados picos y barras de hierro, que avanzan contra los musulmanes que protestaban contra CAA.
El Primer Ministro (gobernador) de Delhi Arjind Kerjiwal, quien acaba de asumir su segundo mandato, pidió a Modi que destacará tropas del ejército a las áreas afectada por los disturbios en el extremo noreste de la ciudad capital con casi 22 millones de habitantes, donde todas las escuelas permanecen cerradas y están prohibidas las asambleas.
El martes por la tarde, unos 500 jóvenes hinduistas ocupó la mezquita en Ashok Nagar, y tras subir a su minarete, izaron la bandera del azafrán del hinduismo o del dios Hanuman (El que tiene mandíbula), venerado como el dios mono considerado como parte de Shiva, después incendiaron la mezquita. Luego otra más pequeña y varias tiendas musulmanas del mercado vecinal.
Mientras barrios otros musulmanes de Delhi, como Chand Bagh, Bhajanpura, Gokulpuri, Maujpur, Kardampuri y Jaffrabad, siguen siendo atacados por manifestantes hinduistas, que se distinguen por el tilak una franja sacramental de color azafrán que llevan pintada en la frente, al grito de “Jai Shri Ram” (Gloria a Ram), una figura central de la mitología hindú, que saquen e incendian casas, tiendas, vehículos civiles e incluso se ha reportado que fueron quemadas varias ambulancias, gasolineras, incluso un hospital y diferentes mazar (santuarios) islámicos. Las familias musulmanas se siguen congregando en las mezquitas, en procura de seguridad, lo que podría generar ataques en gran escala con las consiguientes matanzas, que excedería en mucho lo que ya puede ocultar Modi.
Según las primeras autopsias practicadas, los informes rebelan que las víctimas han sido asesinadas con armas de fuego, mientras que los heridos, ingresados a los diferentes hospitales también tienen heridas de balas, armas blancas y lesiones producidas por saltar desde las alturas intentado escapar del linchamiento. Entre la policía también se han producido bajas, un oficial resultó muerto tras ser golpeado con una piedra y otros once resultaron heridos cuando intentaban separar a hindúes y musulmanes, que se enfrentaban en una calle.
Existen varias denuncias acerca de que la policía en muchos casos, no solo no interviene para detener a las bandas hindúes, sino que operan con ellos en contra de los musulmanes, esgrimiendo contra ellos sus famosas lathi, bastones de casi un metro setenta, rémoras del colonialismo británico. Tampoco se ha visto la presencia de las RAF o Rapid Action Force, unidades antidisturbios que a pesar de que los revueltas llevan casi cuatros, no han sido desplegadas.
La violencia religiosa en las calles donde hasta hace muy pocos años ambas comunidades celebraba en conjunto las dos fiestas más importantes de ambas religiones: la culminación de Ramadán o Eid al-Fitr y el Diwali (Fiesta de las luces) inicio del año nuevo hindú, ha hecho que esos mismos vecinos se maten, en nombre de dioses bastardos, que se parece mucho más que a Ram o a Allah a Trump y Modi.
*Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.
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