Joel Hernández Santiago
Una de las expresiones más dramáticas de toda crisis económica en cualquier país es el impacto en el empleo. Esto es, a un sistema económico debilitado, inmediato se suma una crisis excepcional de trabajo y da como resultado que la gente se queda sin ocupación remunerada y sin la garantía de prestaciones laborales. México es el caso.
Es cierto que las cifras de empleo-desempleo, formalidad e informalidad, se mueven de forma constante cuando en el ambiente político y social hay turbulencia.
Así que si al principio del año se venía pergeñando una crisis del tipo laboral en el país, por la gran cantidad de despidos en la burocracia por las ‘medidas de austeridad’ decretadas por el gobierno federal;…
— A la llegada de la pandemia de salud en México a partir de febrero de este año se acentuó la imposibilidad de empresas para mantener sus nóminas o aumentar su cuadro laboral debido a la crisis de salud en México y al muy justificado paro de actividades a partir de marzo de este año.
Por tanto, hasta abril de pasado, 12.4 millones de personas habían perdido su empleo tan sólo por la pandemia, según datos del INEGI.
Y más: según la Encuesta de Expectativas de Empleo Manpower Group correspondiente al cuarto trimestre de 2020, ésta anticipa que 77% de los empleadores en el país mantendrá sin cambios su fuerza laboral, 10% la aumentará, 10% prevé disminuirla, en tanto que 3% no sabe qué hará. (V. Karla Ponce, Excélsior)
Con todo, por la reactivación de actividades económicas, durante agosto se incorporaron 653 mil personas a la población ocupada, no obstante se necesitan recuperar por lo menos 5.3 millones de puestos de trabajo para regresar a las cifras de ocupación previas a la pandemia, según INEGI.
Pero –y ahí está la letra chiquita de las cifras-: la mayor cantidad de estos empleos recuperados corresponden a personas que se incorporaron a la economía informal, que es decir, a depender de su propia actividad, como por ejemplo el comercio informal, y sin prestaciones de ninguna especie.
Esto significa que esa recuperación de puestos de trabajo no significó mayor calidad de empleo durante agosto ya que la población ocupada informal son laboralmente vulnerables también porque en muchos casos son contratados por empresas que no asumen la responsabilidad de brindarles prestaciones laborales formales: “Que tenga empleo aunque no tenga prestaciones” aceptan algunos trabajadores.
El panorama del empleo en México es extremadamente inseguro para quienes dependen de un ingreso formal en tanto haya poca inversión privada en fuentes productivas y la burocracia siga en su línea de despidos “de empleados de confianza”, para garantizar las cuotas de austeridad que se les exigen. Así, la situación del trabajador podría empeorar aún más en los meses siguientes.
Esto ya genera incertidumbre para millones de empleados y trabajadores; hay temor y la preocupación por cómo sustentar lo indispensable para la familia y para el hogar no sólo en las zonas urbanas, como también en el medio rural en donde las contrataciones de mano de obra son todavía más vulnerables entre la gente del campo, servicios, trabajadores del mar o de pequeñas empresas a veces del tipo familiar…
Y esto, sin duda, traerá como consecuencia distintos fenómenos de comportamiento social e individual. En lo social se incrementará aún más la delincuencia porque habrá quienes busquen esta alternativa ilegal como aparente solución a la falta de recursos, lo que de ninguna manera es justificable pero que ocurre en una crisis de empleo y falta de ingresos. También habrá ocupaciones, como, por ejemplo, el incremento de la prostitución, para hacerse de ingresos urgentes.
El problema es que hasta el momento no se ve que desde el gobierno federal exista el diseño de un modelo eficiente de incremento en las tasas de empleo formal, con prestaciones de ley para el empleado o trabajador; no hay un instrumento que permita garantizar que la empresa generadora de empleos aumente tasas de inversión productiva en un ambiente político y económico enrarecido.
Por supuesto existen las ayudas que el gobierno brinda a personas de la Tercera Edad, así como apoyos económicos a muchachos que se encuentran sin empleo, pero esto es insuficiente para sustentar la vida de miles de familias en el país, sobre todo si se ve que las tasas de pobreza y pobreza extrema se mantienen a la alza en México.
Esto es: De acuerdo con expectativas de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) dadas conocer el 15 de julio pasado, la tasa de crecimiento de la población en pobreza extrema incrementará en 6.3% en México al cierre de este año, la de mayor expectativa para los países de América Latina.
Así que corresponde al gobierno de México, a los gobiernos de los estados, a los municipales y, por supuesto, a los sectores de inversión privada ponerse a eso, a trabajar, para buscar modelos de empleo, contratación, salario justo y prestaciones en ley, para evitar que a la crisis de salud devenga en problemas mayores, los que se le podrían salir de las manos al gobierno mexicano: Se decía: “cuando se le toca la panza a los hijos, surge el México bronco”. Ojalá no. No y no.
joelhsantiago@gmail.com
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