El 9 de febrero del año pasado, el gobierno egipcio lanzó la “Operación Militar Integral Sinaí 2018”, la maniobra que involucra al ejército, la marina, la fuerza aérea, la patrulla fronteriza y las fuerzas policiales del país, destinada a perseguir y aniquilar a Wilāyat Sinaí el grupo insurgente que juro lealtad al Daesh en 2015, anteriormente conocido como Ansar Bayt al-Maqdis, (Seguidores de la casa sagrada), protagonizó numerosos ataques no solo contra las fuerzas de seguridad, sino contra la minoría copta e incluso ha atacado mezquitas. El más sangriento de sus atentados se produjo en noviembre de 2017, contra la mezquita de al-Rauda, en el norte del Sinaí, que dejó más de 300 muertos y 135 heridos.
La operación que también abarca áreas del Delta del Nilo y los 1100 kilómetros de la desértica frontera entre Egipto y Libia, según el presidente egipcio Abdel-Fattah al-Sisi, en tres meses el terrorismo sería derrotado. La ofensiva se inició pocas semanas antes de las elecciones presidenciales, en que al-Sisi iba por un segundo mandato que finalmente obtuvo.
La jefatura de la operación, a lo largo del año ha emitido más de 30 comunicados informado haber matado en total a 464 “terroristas” y arrestado a 7491 sospechosos, una cifra significativamente alta si se tiene en cuenta que según informes de agencias de monitoreo del terrorismo norteamericanas Wilāyat Sinaí contaría con cerca de 1250 militantes. Datos, por lo menos, erróneos emitidos por la comandancia del ejercito ha generado falta de credibilidad, no solo por parte de los medios y la opinión pública egipcia sino también de organizaciones defensoras de los derechos humanos internacionales ya que se han incrementado las denuncias acerca de ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzosas y torturas, por parte de las fuerzas de seguridad.
En enero último, los cuerpos de dos supuestos terroristas fueron reconocidos por sus familiares que denunciaron que los hombres, eran presos comunes, asesinados para presentarlos como miembros de Wilāyat Sinaí.
Más allá de las denuncias de abusos y violentar los derechos humanos, el operativo ha tenido significativos éxitos. Se ha confirmado la incautación de gran cantidad de armas, municiones, vehículos, y la destrucción de refugios, arsenales y sitios para el almacenamiento de elementos esenciales como material sanitario y de abastecimiento además de haberles causar significativas bajas de milicianos altamente entrenados y producirles un serio acotamiento a la movilidad territorial de los muyahidines.
En noviembre pasado se consiguió eliminar al emir Abu Osama al-Masry, el más alto comandante de la Wilāyat Sinaí, responsable del atentado contra el Airbus A-321 ruso en noviembre de 2015, que causó la muerte de 224 personas. El emir al-Masry cuya muerte fue reconocida por si propia organización había sido jefe de seguridad del presidente egipcio Mohamed Morsi derrocado en julio de 2013, por sus vinculaciones con organizaciones extremistas como los Hermanos Musulmanes. De todos modos, los logros obtenidos las fuerzas de Sinaí 2018, no han tenido un claro resultado ya que la actividad de los integristas no ha mermado.
El combate contra los wahabitas ha ocasionado una grave crisis humanitaria, dada las duras restricciones que sufre los 420 mil habitantes de la zona de operaciones quienes tienen limitado el tránsito y la obtención de insumos básicos como alimentos, medicamentos, gas para cocinar, además de la prohibición total de vender o usar combustible para cualquier tipo de vehículos. Los civiles deben hacer largas colas para conseguir comida en los puestos de distribución administrados por el ejército.
Las fuerzas conjuntas del operativo, también han demolido unas 3500 viviendas y edificios comerciales a lo largo de las fronteras con Gaza en Rafah y alrededor del Aeropuerto Internacional de Arish para implementar zonas de amortiguamiento y quitar cobertura a los muyahidines. Estas operaciones han producido que miles de familias residentes debieran convertirse en desplazados internos. También cientos de hectáreas de tierras de labranza, quitando una natural fuente de trabajo y abastecimiento para miles de pobladores.
Absoluta incertidumbre
Según datos del “Instituto Tahrir para la Política del Medio Oriente” (TIMEP) con sede en Washington, que ha cubierto a lo largo de este último años las acciones de la Wilāyat Sinaí, la organización wahabita sostuvo con importante frecuencia operaciones a lo largo de todo el año. Según TIMEP, hubo al menos 204 acciones, lo que da un promedio de 18 ataques mensual, en diferentes zonas del norte de la península, a pesar de las estrictas medidas de seguridad establecidas por el Ejército.
Con una importante variedad de armas y estrategias, Wilāyat Sinaí, apuntó contra diversos objetivos en algunos casos predeterminados y en otros casuales de ellos 83 se produjeron en la ciudad Arish, capital del Sinaí del Norte; 46 en Sheikh Zuwied una ciudad cercana a la Franja de Gaza, y 67 en Rafah, el único paso entre Egipto y Palestina, además hubo otras ocho acciones integristas en el Sinaí Central.
Los ataques de los takfiristas se concentraron en asesinatos, emboscadas, secuestros, ataques de francotiradores y atentados explosivos.
Apenas iniciada la operación y mientras la alerta de seguridad estaba en su máximo nivel, cuatro muyahidines atacaron la sede del Batallón 101 en Arish. Al que pudieron acceder tras un largo tiroteo para enseguida detonar sus chalecos explosivos, sin que se diera a conocer el número final de bajas.
A mediados de abril, 14 milicianos atacaron el cuartel de Qasima en al-Hasna, Sinaí Central, uno de los de más alta seguridad en todo el Sinaí, produciendo la muerte, según fuentes oficiales, de ocho soldados e hiriendo a 15, Aunque los medios hablan de al menos 20 miembros del ejército, mientras que los terroristas denunciaron que ese ataque mató a 22 militares entre ellos siete oficiales.
Los ataques de la Wilāyat Sinaí, se continuaron el resto del año con una sugestiva frecuencia en todo el Sinaí, incluyendo tanto áreas desérticas como urbanas, el 16 de diciembre, fue atacado un puesto de la Guardia de Fronteras con armamento fusiles, lanza granadas y explosivos IED, (dispositivos explosivos improvisados), dejando entre muertos y heridos unas 20 bajas.
Esta reiteración de acciones demuestra que la gigantesca inversión, política, militar y económica del presidente al-Sisi para derrotar al terrorismo, está lejos de la tan ansiada victoria que había proyectado en solo tres meses.
Los ataques muestran la importante capacidad de Wilāyat Sinaí para realizar operaciones tan complejas como arriesgadas, contra objetivos del Ejército, y que más allá de las estrictas medidas de seguridad no han logrado detener las acciones y la capacidad de los milicianos, que en mayo pasado intentaron asesinar nada menos que al jefe de las Fuerzas de Seguridad Central en Arish, el mayor general Nasser al-Husseini, cuyo convoy piso un IED. El general sufrió graves heridos y en el ataque murió su principal asistente, el capitán Abdel Meguid al-Mahy.
La Wilāyat Sinaí continúa estableciendo puestos móviles de control para identificar tanto a soldados de paisanos, como miembros de las tribus beduinas que colaboran con el ejército a los que secuestran y ejecutan. Esas posiciones particularmente las ubican en la ruta al oeste de Arish, que lleva al Egipto continental.
Para contener esas actividades el ejército ha intensificado los ataques aéreos en procura de eliminar comandantes superiores, milicias entrenadas e impedir el reclutamiento de nuevos combatientes.
El pasado 22 de enero, en un comunicado del Ejército en que se detalla los avances en la guerra contra el terrorismo, a diferencia de comunicados anteriores e intentando un efecto de marketing, se eludió colocar el nombre de “Operación Integral Sinaí 2018”, como si la operación hubiera finalizado, a pesar de que las acciones, continúan en el Sinaí, donde Egipto ha perdido un año y un número desconocido de vidas.
*Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
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