Rosy RAMALES
Se ha dicho que con el arrollador triunfo de Morena en las elecciones del 2018, inició la Cuarta Transformación de México. Pero cada vez se parece más a una mutación del PRI.
O quizá solo se trate de una transformación de aquél partido fundado el cuatro de marzo de 1929 por Plutarco Elías Calles: El Nacional Revolucionario (PNR), que en 1938 fue reconstruido como Partido de la Revolución Mexicana (PRM), y refundado en 1946 como Revolucionario Institucional.
Aquél PRI que gobernó México ininterrumpidamente de 1930 al 2000, cuando el Partido Acción Nacional (PAN) lo derrotó con Vicente Fox Quesada como candidato presidencial, continuando un sexenio más con Felipe Calderón Hinojosa.
Los ejercicios de gobierno panista pronto desencantaron y el Revolucionario Institucional regresó en 2012 con Enrique Peña Nieto como candidato presidencial.
En doce años los priistas no aprendieron la lección y otra vez perdieron la Presidencia de la República en 2018 frente a Andrés Manuel López Obrador, identificado con la izquierda mexicana y quien primero creó a Morena y luego a la coalición “Juntos Haremos Historia” para demoler al PRI tal como lo consiguió.
AMLO traía la fuerza electoral del huracán más temible; casi desaparece no solo al PRI, sino también al PRD; curiosamente, en ambos partidos militó. De hecho se formó en las filas priistas, de donde se salió enojado porque no lo dejaron “democratizarlo”.
Y al cabo del tiempo el tabasqueño derrotó a su partido de origen. Pero no acabó con la esencia priista, sino la revivió en él mismo y en Morena.
Para hablar de una Cuarta Transformación de México, de entrada debió terminarse con el sistema presidencialista o por lo menos; claro, la actual Legislatura del Congreso de la Unión debió empezar por sentar las bases para transitar a un nuevo sistema.
Pero no ha sido así. Por el contario, López Obrador encontró la comodidad ideal para su ADN en el modelo heredado del PRI, sin mover nada por ir cambiando reglas. Incluso, ni siquiera existe una transformación de actitudes; el Ejecutivo sigue manipulando al Legislativo, y éste obedece vía la bancada de Morena.
De quienes se formaron en las filas priistas se entiende (como, por ejemplo, el senador Ricardo Monreal Ávila). Pero ¿de quiénes se formaron en la auténtica izquierda? Vaya, cómo es posible que ahora en el poder imiten tan bien las prácticas más viciadas de los harto cuestionados militantes del PRI.
Pululan los ejemplos, pero el más reciente y emblemático es el ocurrido ayer en la elección de Rosario Piedra Ibarra como presidenta de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), activista y militante de Morena, partido del cual fue candidata a cargos de elección popular en la historia electoral más reciente.
Hubo épocas en que los pocos legisladores de izquierda tomaban la tribuna porque el malvado PRI –más bien, el Presidente de la República en turno y su aplanadora legislativa— ponía y quitaba a placer titulares de órganos autónomos.
Para aquella oposición, esto era un atropello a la democracia y a la autonomía de las instituciones; hoy la izquierda piensa y actúa distinto: Como los priistas de la época más omnímoda.
Nadie discute la larga trayectoria de Piedra Ibarra como defensora de derechos humanos vía ONG. Pero la CNDH es un organismo para un perfil con conocimiento de la naturaleza del derecho, con experiencia profesional nacional e incluso internacional en la materia.
El activismo tiene una naturaleza diferente.
No obstante, ha llegado la Licenciada en Psicología e integrante del Comité Eureka, organización cuyo objetivo es la búsqueda de personas desaparecidas de manera forzada por el Estado Mexicano.
¿Por cuál de las dos referidas llegó?
Dejen el perfil de lado. Lo más grave es la forma y la vía en cómo llegó. ¿O nada tiene que ver ser hija de Rosario Ibarra de Piedra? ¿Tampoco la cercanía con AMLO como actual Presidente de México? ¿Ni la afinidad con Morena?
Es creer que los habitantes de este gran país, todavía creen en cuentos de hadas.
La línea estaba dada desde cuando el Senado de la República emitió la convocatoria. Y fue más notoria cuando la votación pasó de la segunda hasta la tercera ronda y salió con la mayoría calificada exacta; una imposición…perdón, elección forzada.
Idéntica a las ocurridas en los mejores tiempos de la hegemonía priista.
Incluso, dicen que dos o tres senadores priistas y panistas votaron a favor de Rosario Piedra porque les sacaron sendos expedientes. Para eso habría servido el tiempo ganado por Morena llevando la elección a tercera ronda de votación.
Entonces, ¿cómo podrá emitir recomendaciones la CNDH con una titular que le debe el cargo a Morena? El mismo partido del Presidente de la República.
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Correo: rosyrama@hotmail.com
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