Rosy RAMALES
Ayer me comuniqué por teléfono con una amiga para saludarla. Tardó en contestar, y cuando lo hizo su voz se escuchaba profundamente triste; no había en ella ni una pizca de su natural alegría.
__¿Te pasa algo?,__ pregunté tras saludarla.
__Mi hermanito murió ayer,__ contestó deprimidamente.
__¿Cómo?,__ apresuramos como cuando no escuchas bien.
__Sí, mi hermanito murió; hoy nos entregan las cenizas,__ precisó inconsolable.
__¿Murió de COVID-19?,__ preguntamos cuando escuchamos la palabra “cenizas”.
__Sí, del virus. ¡Esa enfermedad sí existe, y nosotros que no queríamos creerlo!,__ refirió angustiada.
Escuchar el testimonio eriza totalmente la piel, sientes frío y un vacío en el estómago. No atinas a pronunciar palabras de consuelo; es como una descarga eléctrica paralizante.
Juan, el hermano de Tere, vivía en la Ciudad de México, donde trabajaba como taxista desde hace mucho tiempo, tras haber emigrado de su pueblo natal, una comunidad intrincada en la sierra mazateca del estado de Oaxaca.
Tenía 50 años de edad. Y más joven emigró a la capital del país como tantas personas en busca de mejores condiciones de vida. Formó una familia y le iba más o menos bien.
Hace como 15 días empezó con síntomas de gripe con fiebre. La fiebre desapareció, pero la gripe no; él creyó que se trataba de eso, de una simple gripe pasajera. Pero pasaron los días sin presentar mejoría alguna; por el contrario.
Entonces su familiares lo internaron en un hospital, después de peregrinar porque los hospitales ya están saturados de enfermos de COVID-19. Un amigo de la familia, médico de profesión, ayudó a buscar una cama.
Para entonces, Juan ya presentaba dificultad para respirar; síntoma de contagiado de coronavirus. Y así lo confirmó el resultado de la prueba COVID-19, el cual entregaron a la familia varias horas después del fallecimiento de Juan.
__Se tardan mucho en entregar los resultados de la prueba,__ comentó Tere, pensando en voz alta: “Si se hubiera realizado la prueba a tiempo, quizá Juan se hubiera salvado”.
Una prueba a tiempo puede salvar vidas. La falta de ella, a veces es por indolencia de la propia persona, pero en otras ocasiones por políticas gubernamentales que solo dan acceso a la prueba COVID-19 a quienes presentan determinados síntomas; o sea, cuando la instancia oficial lo considera necesario.
A ello se suma la prohibición del gobierno a laboratorios privados para realizar la prueba COVID-19 porque no cuentan con la autorización correspondiente.
¿En medio de una pandemia es prioridad contar con autorización para salvar vidas?
Una prueba oportuna haría que la persona con resultado positivo busque atención médica y tome medidas sanitarias para aislarse y evitar propagar el contagio.
La familia de Juan hizo todo para salvarlo, pero ya no fue posible; la atención médica era tardía para el rápido avance del virus por los órganos internos del ser humano hasta llegar hasta el pulmón.
Hermanas y hermanos, dispersos en distintas entidades del país, no pudieron cuidar de Juan al pie de la cama donde él libraba la batalla entre la vida y la muerte.
Tampoco pudieron acompañar el cuerpo hasta su última morada, porque no hubo ni velorio ni funeral; fue cremado inmediatamente. Y eso gracias ala intervención de un amigo de la familia que buscó espacio en un crematorio de la Ciudad de México.
__Los crematorios están saturados. Y tienen los cuerpos en refrigeración, y van dando turnos para el crematorio. Mi familia buscó aparte__ comenta Tere en relación al servido oficial y el privado.
Por supuesto que ella y demás familiares de Juan, no querían ni imaginar el cuerpo de su hermano apilonado en el refrigerador de una morgue o en un frigorífico-tráiler.
__Ha sido terrible todo esto, muy doloroso; nunca me imaginé que a nosotros nos pasara esto. Y yo que no creía en el virus; el virus existe.__ dijo Tere con voz entre cortada, con un acento cargado de emociones encontradas.
Y, además, con mucho miedo; miedo de salir a la calle, miedo a recibir visitas, miedo de ir al supermercado por la despensa; miedo al COVID-19 y miedo a la insuficiencia hospitalaria.
__¿Y tú hermano padecía de alguna enfermedad crónico degenerativa?__, preguntamos tímidamente.
__Nos enteramos que tenía diabetes por los estudios que le hicieron en el hospital__, refirió.
Y ambas reflexionamos en la importancia de que todos los seres humanos deberíamos realizarnos análisis de rutina con cierta frecuencia para detectar a tiempo enfermedades que ante un contagio minan las defensas y, por tanto, atacan sin piedad.
Tere es una persona que prácticamente vive al día, de su trabajo y del trabajo de su esposo. Pero está dispuesta a no asomarse ni por la ventana para proteger a su familia; sobrevivirá quince o veinte días de sus ahorros, porque eso sí es muy trabajadora y creativa, sus manos hacen arte.
Cuántas personas como Tere han vivido o están viviendo muy de cerca la tragedia llamada COVID-19. Y lamentan la ligereza con la cual muchas personas ven la pandemia; ella misma no le dio importancia al principio.
(Nota: Los nombres fueron cambiados para proteger la identidad.)
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Correo: rosyrama@hotmail.com
Rosy RAMALES
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