Rosy RAMALES
Si algo bueno está haciendo el presidente Andrés Manuel López Obrador son los caminos rurales en Oaxaca y las dos súper carreteras que se quedaron inconclusas desde hace más de 12 años: Las que conducen de la capital del estado al Istmo y a la Costa.
Y en su gira de esta fin de semana, el mandatario reiteró su promesa de concluir en 2022 la súper carretera Oaxaca-Tehuantepec; además, de que al final de su sexenio habrá 280 caminos rurales terminados en la entidad.
Obras que para los oaxaqueños significan conectividad, progreso, desarrollo; avanzar en salir de escenarios de pobreza, de atraso y de abandono.
Para los pueblos y comunidades sus caminos lo son todo. Por eso dejan el corazón en el esquema implementado por el gobierno federal: Darles el material y ellos ponen la mano de obra, lo cual ningún trabajo les ha costado porque el tequio forma parte de la vida de los oaxaqueños.
AMLO atinó: Es un esquema que ha permitido construir más caminos rurales con menos dinero, y bien; son caminos de concreto, a veces hasta con detalles de materiales de la región como, por ejemplo, piedra de río colocada en forma de cenefa.
Además, el esquema ha frenado la voracidad de legisladores y cuánto político (de todas las filiaciones) que como dueños de constructoras se apropiaban de las obras de los pueblos y comunidades, construyéndoles adefesios caros y de concreto de mala calidad.
Habrán de ver cómo andan desesperados convenciendo a las autoridades municipales para construirles, ya no sus caminos, sino cualquier obra con tal de sacar provecho así sea mínimo. Ocurre así en los 570 municipios oaxaqueños; este año sobre todo en 417 regidos por sistemas normativos indígenas que acaban de renovar ayuntamiento.
Mucho de tan malas prácticas se han acabado con el gobierno federal encabezado por AMLO y su esquema para construir caminos rurales; es justo reconocérselo.
Aunque en realidad, tampoco está descubriendo el hilo negro, ni es el primer personaje público en mezclar la acción gubernamental con la tradición ancestral llamada tequio.
Ya lo hizo Heladio Ramírez López cuando fue gobernador de Oaxaca, en cuyo sexenio así se electrificó la mayoría de los pueblos y comunidades; a lomo de bestia, la gente trasladaba los postes de luz por veredas a falta de caminos o brechas, mientras los gobiernos federal y estatal ponían lo demás.
Incluso, la administración de Heladio (indígena mixteco) implementó un programa denominado “Lluvia, tequio y alimentos”; los pueblos y comunidades aportaban mano de obra para construir de retenes y ollas de agua de lluvia para usarla para regar los cultivos.
Después de Heladio, ningún otro gobernador ha capitalizado el tequio favor del bien general; lo han hecho pero como acciones mediáticas, instantáneas y en ocasiones con fines electorales.
Tampoco ningún Presidente de la República había recurrido al tequio como una de las principales herramientas para la edificación de obra pública y como un mecanismo para estirar los recursos, haciendo más con menos.
Lo ha hecho AMLO y con eso se ha ganado el cariño, el respeto y el reconocimiento de los pueblos y comunidades indígenas de Oaxaca, donde de por sí tiene una alta presencia; por algo fue de las primeras entidades bastión de López Obrador.
LAS PROMESAS Y LA SUCESIÓN
Caminos rurales y la conclusión de las súper carretas fue también una promesa de Alejandro Murat Hinojosa desde cuando andaba en campaña para gobernador de Oaxaca. Pero sin recursos, nada o poco podía hacer; amén de la voracidad de políticos que merodean sobre Oaxaca.
Presidentes fueron y vinieron y ninguno le echó la mano a Oaxaca; ni siquiera Enrique Peña Nieto del mismo partido del actual gobernador: El PRI; menos los del PAN, Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa.
Y miren ahora, la promesa de Alejandro también es la promesa de AMLO, quien en su gira de este fin de semana reiteró su compromiso de concluir en el 2022 la súper carretera al Istmo de Tehuantepec, cuyo trazo, dicen, prácticamente es pegado a las márgenes del río del mismo nombre (entonces, la vía de comunicación tendrá una vista maravillosa).
2022 no es un año cualquiera, es el año de la sucesión gubernamental en Oaxaca. Entonces la promesa es ¿casualidad o causalidad?
Como sea, al concluirse Alejandro podrá decir que cumplió su promesa. Y de hecho así será, porque algo habría tenido que ver su capacidad de gestión ante el gobierno federal de AMLO, un presidente que quizá ve en Murat Hinojosa a uno de sus gobernadores (más que cualquiera de los emanados de Morena).
Lo consiente y frecuentemente está de gira en Oaxaca. Y eso que Alejandro Murat milita en el PRI. No obstante, ha sido inteligente: No se ha peleado con AMLO, sino por el contrario, cuando el tabasqueño pisa tierra oaxaqueña el gobernador ha procurado recibirlo acorde a la investidura presidencial.
Y el gobernador es correspondido. Es más, la administración estatal prácticamente pone todo lo necesario para las giras; a veces hasta los templetes. Ojalá AMLO corresponda a los oaxaqueños con más recursos.
Al final de su sexenio, Alejandro Murat podrá presumir la conclusión de la súper carretera al Istmo, lo cual políticamente puede beneficiar a quien resulte su candidato a sucederlo.
Pero siendo López Obrador totalmente electoral, concluir la súper carretera en 2022 le servirá para favorecer al candidato que decida impulsar a la gubernatura de Oaxaca vía Morena, ya sea un orgánico, un adherente o un externo.
En fin, ojalá que así como Alejandro Murat y AMLO han trabajado coordinadamente, así también tengan el tino de permitir que un buen oaxaqueño sea el próximo gobernador (los electores votan, pero son los mandatarios vía sus partidos quienes ponen a los candidatos).
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Correo: rosyrama@hotmail.com
Rosy RAMALES
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