Rosy RAMALES
Andrés Manuel López Obrador cada día evidencia más andar en campaña electoral; es su rol esencial, algo inherente en él, una personalidad arraigada durante los más de 12 años de buscar la Presidencia de México.
Y ahora que la tiene, la ejerce como brazo electoral, aun cuando él pregone el combate en contra de la corrupción y, por ende, el uso de recursos públicos con fines electorales. Sin embargo, la campaña electoral se le hizo adicción, al parecer.
Él solito sustituye a su partido, Morena, el cual ni fu ni fa; más bien la fuerza se la sigue dando AMLO, que anda imparable en la proximidad del inicio del proceso electoral concurrente 2020-2021, en el cual se jugará la mayoría en la Cámara de Diputados.
Es decir, el control del Poder Legislativo a partir una de las cámaras del Congreso de la Unión, además el control de la mayoría de los Congresos Locales, pues sin la misma no pasarían sus reformas constitucionales. Y, por supuesto, quiere ir por las 15 gubernaturas.
Pero la joya de la corona, es la Cámara Baja.
Es natural, lo mismo haría cualquier partido político en la Presidencia de la República, cualquier mandatario nacional como jefe de su partido político. Así lo hizo el PRI, y también el PAN; así lo hicieron los presidentes emanados de las filas priistas y panistas.
Lo que no es natural, es la estrategia de López Obrador: La confrontación, la división.
Su investidura exige de una postura institucional, de un gobierno para todos.
Sin embargo, él se ha definido de manera muy clara y lo ratificó recientemente al decir: “O somos conservadores o somos liberales, no hay medias tintas…O se está con la transformación o se está en contra de la transformación del país”.
Mal. Porque en la Constitución Política se consagran libertades, que también son derechos humanos con el rango de fundamentales; están, por ejemplo, las libertades de expresión y manifestación de las ideas, de imprenta, de información.
Incluso, los derechos político electorales son derechos humanos. Así que cada mexicano, mexicana, tiene el derecho de afiliarse al partido político de su preferencia; el derecho de afiliación es libre e individual. Y si no se milita, cada quien es libre de simpatizar con la ideología que más se adecúe a su forma de pensar y de ser.
Mal, que el presidente considere “conservadores” a quienes no coinciden con sus ideas, proyectos, programas, estrategias. Así no se mide una ideología; es simplemente disenso, el cual existe entre los mismos neo “liberales”.
Retomando el tema: AMLO ha ideologizado la institución de la Presidencia de la República y pareciera ejercer el poder con fines electorales. Evidentemente, él lo negará y dirá estar en contra de tales conductas, que además chocan con los principios constitucionales.
Pero hablar de “conservadores” y “liberales” es parte de su estrategia electoral, lo mismo que las “mañaneras”. Así, todos los días accede de manera muy fácil a tiempo de radio y televisión, a redes sociales y a todo medio de comunicación electrónico o impreso.
No pierde tiempo en posicionarse e implícitamente posicionar a Morena, aunque a veces “le salga el tiro por la culata”. Pero la mayoría de los casos da en el blanco.
Y cuando las cosas no marchan bien, alguno de sus asesores le aconseja tender “cortinas de humo” para distraer la atención; cortinas como la más reciente: El proyecto BOA (Bloque Opositor Amplio).
Nadie le creyó, menos cuando el documento no tiene autoría, origen conocido, identificación. Imagínense, entonces el aparato de inteligencia presidencial está fallando.
Hasta parece de esos planes que se usan en las campañas electorales por parte de algún candidato o partido político para culpar a los adversarios de intentar destruirlo porque lo ven fuerte, victorioso, arrasador.
No es la regla, pero la estrategia es muy recurrente por parte del candidato o del partido político que va debajo en la preferencia electoral y a toda costa intenta posicionarse con escándalos mediáticos.
Caray, cómo se pierde el tiempo en las “mañaneras”, en vez de usarlo, junto con el esfuerzo, en realizar acciones en beneficio del pueblo de México, el cual atraviesa por una crisis económica severa y, por si fuera poco, también política.
Salvo las personas ideologizadas de manera fanática, el resto de mexicanos y mexicanas no están pensando en el BOA, sino en cómo resolver el grave problema de falta de trabajo, cómo y con qué llevar de comer a su respectivo hogar, en cómo enfrentar por sí mismos la pandemia ante la desatención institucional.
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Correo: rosyrama@hotmail.com
Rosy RAMALES
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