Rosy RAMALES
Los triunfos electorales en Coahuila y en Hidalgo vienen siendo algo así como un caldito de pollo para el alma de los priistas tras la dolorosa debacle del PRI de 2018.
Saltan de contentos. Y cómo no, después de haber perdido casi todo aquél año; por poco y el Revolucionario Institucional queda borrado del sistema de partidos mexicano.
Por eso, llevarse el “carro completo” en Coahuila al ganar en las elecciones del domingo pasado los 16 distritos electorales y al menos 32 de 84 municipios hidalguenses (incluidos Pachuca, Mineral de la Reforma y Tepeji), renueva las esperanzas de los priistas.
Tales resultados “son un parteaguas para dejar claro que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) está listo y está de regreso”, afirmó el presidente, Alejandro Moreno Cárdenas (“Alito”), quien evidentemente se colgará la medallita del triunfo.
Porque como dijo Napoleón Bonaparte: “La victoria tiene cien padres; la derrota es huérfana”. Cierto, cuando pierden nadie asume la culpa, pero cuando ganan todos hicieron posible el triunfo.
Las palabras en la boca de “Alito” suenan huecas, cuando lo ha perseguido el estigma de haber sido puesto como dirigente del PRI para hacerle el caldo gordo a Morena y para cuidar las espaldas de los prominentes miembros de la cúpula priista (que no dirigencia).
Entonces, los triunfos del PRI en Coahuila e Hidalgo son triunfos de la militancia; de esa que se parte el alma en el trabajo partidista de abajo hacia arriba, que da todo por la victoria de su partido; voto duro, soldados de a pie sin el merecido reconocimiento.
Y como ellos, pululan en diversas entidades federativas; solamente esperan luz verde para meterse de lleno en los procesos electorales concurrentes 2020-2021, para la elección de diputados federales y cargos locales.
Luz verde y recursos. Porque las victorias electorales se basan en estructuras completas, perfectamente seleccionadas y capacitadas; en movilización. Ah, y en candidaturas idóneas, donde no caben las postulaciones de la burocracia partidista, juniors, cuates y cuotas.
En fin, los triunfos en Coahuila y en Hidalgo han venido a inyectar ánimo en el priismo de todas las entidades federativas; hay que ver cómo festejan esos pequeños triunfos que para ellos son grandes frente a las condiciones adversas de un PRI aplastado por Morena.
Hagan de cuenta que son combatientes abatidos cuando de pronto reciben la noticia de que dos batallones han derrotado al enemigo, entonces sacan fuerzas y se levantan empuñando armas. Así se ven los priistas.
Solo falta que Alejandro Moreno les haga efectivo el regreso del PRI para las elecciones de 2021 y no entregue al partido a cambio de impunidad como lo hizo la cúpula en 2018.
RIQUELME Y FAYAD
En términos político-electorales, Miguel Ángel Riquelme Solís en Coahuila y Omar Fayad en Hidalgo le han puesto el ejemplo a sus homólogos priistas en la veintena de entidades federativas donde el PRI aun es gobierno.
Los resultados electorales en ambos estados pican el orgullo del resto de gobernadores priistas como jefes políticos, conforme la praxis priista.
¿Quién se apunta para superarlos?
Como bien dijo Ulises Ruiz Ortiz en redes sociales tras congratularse por la victoria electoral: “Felicito al priismo de Coahuila e Hidalgo y a los gobernadores Riquelme y Fayad por los excelentes resultados en las elecciones del domingo. ¡Su trabajo ha sido fundamental para el éxito!”
Entonces, en las entidades federativas donde el PRI termine por descalabrarse o de plano desaparecer será por malos ejercicios de gobierno, candidaturas por “dedazo” y omisión en la operación electoral, sin que ello signifique el despliegue de conductas ilícitas.
UN PEQUEÑO LABORATORIO
Coahuila e Hidalgo vienen siendo como un pequeño laboratorio, una muestra, de cómo operar elecciones exitosas por parte del PRI frente al gigante llamado Morena.
Por cierto, un gigante herido de muerte en su propia elección interna.
Para las elecciones 2021 el escenario será distinto. No obstante, los comicios del domingo pasado sientan bases.
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Correo: rosyrama@hotmail.com
Rosy RAMALES
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