Rosy RAMALES
Corría el año de 1995 cuando conocí en persona al maestro Francisco Toledo, a quien debía entrevistar sobre su arte y su vida; era una orden de trabajo del periódico donde trabajaba en mis primeros años como reportera.
Literalmente lo perseguí más de un mes hasta que lo harté o lo conmoví y me concedió la entrevista sentados en una banca del jardín público cercano a la Cruz de Piedra, en la capital oaxaqueña. No hubo ni café, ni agua, ni previa plática en corto.
Se sentó en la banca de metal, encogió los hombros, me miró y dijo: “Pregunte”. Así, sin más. Enmudecí de nervios porque estaba frente al artista plástico reconocido internacionalmente; temía el mínimo enfado por mi novatez.
Empecé a preguntar mientras el maestro Francisco Toledo respondía con un “sí”, con un “no”, con un “pues” y con frases extremadamente cortas. Además era bajísimo su tono de voz; tímido. Casi pegué la grabadora a su boca para captar con nitidez sus palabras.
Después de casi una hora tenía la entrevista grabada y realizada en aquella banca porque no aceptó hacerla a la mesa de un café. Así era él, muy auténtico. Sonrío tímidamente, dijo un seco “adiós” y se apeó por la calle empedrada.
Yo estaba feliz porque había conseguido entrevistarlo cuando arrancarle una palabra era difícil; casi no le gustaba hablar con la prensa. Después se volvió parlanchín y sociable, sobre todo cuando se hizo más evidente su cualidad de filántropo y su activismo a favor de la cultura y el medio ambiente.
Hurgar en su imaginación, en sus lienzos, en su vida, resultó una de las más gratas experiencias periodísticas. Y no fue nada fácil; además de perseguirlo alrededor de un mes, fue necesario pasar horas completas en la biblioteca leyendo sobre su arte.
Claro, cuando recibí la orden de trabajo no tenía la menor idea de quien era Francisco Benjamín López Toledo o Benjamín López Toledo, conocido solamente como Francisco Toledo, nacido en 1940 en el mágico Juchitán de Zaragoza, Oaxaca; tierra de poetas, de pintores, de tenores, de escritores, de compositores y de políticos de izquierda.
En la pintura de Francisco Toledo había inspiración sobre la sexualidad y la muerte. Tiene obras donde un pene es la cabeza de la tortuga, o donde sobresalen esqueletos.
Transcribí la entrevista con dificultad porque su voz tan en bajo tono hacia inaudible algunas frases y había que regresar y regresar la grabación. Luego la pulí y la armé con mucho esmero, y la imprimí para de nuevo perseguir literalmente al maestro Francisco Toledo para checar con él algunas dudas sobre lo transcrito.
Ya no lo perseguí tanto, se mostró más flexible y hasta tuve la fortuna de ser invitada a su casa. Que abriera las puertas de aquél espacio tan íntimo me hizo sentir una reportera con suerte porque exactamente era lo que le faltaba a la entrevista: Ambientarla, pincelarla con aspectos de la vida cotidiana del gran maestro.
Una casa ubicada en el Centro Histórico de la Ciudad de Oaxaca, por donde está la Cruz de Piedra; sin nada de lujos, sino amueblada de manera sencillísima, como él, a pesar de nadar en la riqueza que su obra le generaba.
En el comedor había una mesa con cuatro sillas sin barnizar, no de acabado rústico ex profeso, sino como aquellas que ofrecen en la calle vendedores ambulantes; en otra habitación había un petate y en otro espacio, silloncitos de madera para descansar como los tradicionales sillones juchitecos.
Sentados en aquellos silloncitos, con la transcripción en la mano le pregunté mis dudas; las despejó con toda paciencia. Al final le dije que si quería leer la entrevista antes de ser publicada; temía alguna aclaración posterior. Con las manos entre las bolsas del pantalón, sonriente, dijo que no; que confiaba en el trabajo periodístico.
Salí feliz rumbo a la redacción del periódico. La entrevista fue publicada. Meses después por la misma recibí el Premio Estatal de Periodismo en el género Entrevista, otorgado por la Asociación de Mujeres Periodistas de Oaxaca (AMPO), la Asociación de Periodistas de Oaxaca (APO), la Organización Independiente de Periodistas de Oaxaca (OPIO), el Sindicato Nacional de Redactores de la Prensa (SNRP), de la Unión de Periodistas de Oaxaca (UPO) y por SUTNOTIMEX.
Qué honor, máxime cuando el premio consistía nada más en recibir el reconocimiento.
En fin, recuerdo al maestro Francisco Toledo al principio muy huraño, pero afable y siempre sencillo; con su melena alborotada, barba y bigote desaliñados, huaraches y ropa de manta. Así era él; le importaba más mostrar su riqueza espiritual y moral, que su riqueza material.
El artista plástico no solo pintaba, sino también hacía esculturas, diseñaba herrería y cerámica.
En alguna ocasión, hizo un monumento a la “Madre Perra” y lo mostró en pleno centro de la capital oaxaqueña como protesta por la pretensión del gobierno estatal de afectar el ex Convento de Santa Catalina. Si mal no recordamos, corría el sexenio del entonces gobernador priista Diódoro Carrasco Altamirano.
Y más recientemente, en el gobierno de “izquierda” de Gabino Cué Monteagudo, se opuso rotundamente a la construcción del Centro Cultural y de Convenciones de Oaxaca en el Cerro del Fortín, junto al Auditorio Guelaguetza; un cerro donde ya queda poco de reserva natural.
Como bien narra el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, Francisco Toledo fue promotor cultural, filántropo, luchador social y ambientalista; entre su aportación y legado al pueblo de Oaxaca destacan el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO) creado en 1988; el Taller Arte Papel Oaxaca, ubicado en la antigua planta hidroeléctrica “La Soledad” desde octubre de 1997 y el Centro de las Artes San Agustín (CaSa) en San Agustín Etla, que abrió sus puertas en 2006 y es considerado el primer centro de arte ecológico de Latinoamérica.
El maestro Francisco Toledo dio todo por Oaxaca, se desprendió de su dinero en beneficio de la cultura, del arte y de la naturaleza, y sin andar tomándose la foto para mandarla a cuanto medio de comunicación como suelen proceder los políticos cuando entregan, por ejemplo, cobijas, medicinas o instrumentos musicales a los pueblos; incluso, haciendo caravana con sombreo ajeno porque todo lo adquieren con dinero del mismo pueblo.
Anoche, cuando trascendió la muerte del maestro Francisco Toledo, el político morenista y ex perredista y ex petista, Jesús Romero escribió en Twitter: “¿Qué va a ser de Oaxaca sin Toledo?”.
Le respondimos: “Sí caray, Oaxaca sin el maestro #FranciscoToledo queda indefensa principalmente de los políticos; siempre la defendió de sus acciones como, por ejemplo, el intento de construcción del Centro Cultural y de Convenciones en el Cerro del Fortín. Y siempre aportó dinero a la cultura.”
Incluso, Francisco Toledo literalmente se plantó en la obra en construcción previo a saltarse la reja como pudo y a riesgo de caerse.
Y sí, sin el gran maestro Francisco Toledo Oaxaca queda desamparada y de luto.
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Correo: rosyrama@hotmail.com
Rosy RAMALES
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