Horas después de confirmar que padece covid-19 el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, grabó un video en el que aparece sonriendo y medicándose: “Sabemos que hoy en día existen otros medicamentos que pueden ayudar al combate contra el coronavirus. Ninguno tiene su eficacia científica comprobada, pero (…) Yo confío en la cloroquina, ¿y tú?”, decía con aires de anuncio publicitario.
En su primer día de confinamiento, volvió a las redes: “A los que apuestan contra la hidroxicloroquina pero no presentan alternativas lamento informarles que estoy muy bien con su uso y que, con la gracia de dios, viviré mucho tiempo”.
En sus primeras horas enfermo, Bolsonaro deja ver que usará el contagio a su favor: el virus es una gripecita, no hay que exagerar, la cloroquina funciona. Teniendo una solución en las farmacias no habría necesidad de esos confinamientos que han implantado los gobernadores y que, como él suele repetir, han “destruido la economía”.
Cuando se recupere, Bolsonaro se presentará como la viva prueba de que el resto de autoridades estaba exagerando. Si acaba ingresado en un hospital, asumirá temporalmente el poder el vicepresidente, el general del ejército Antônio Hamilton Mourão.
Bolsonaro confesó que el domingo ya se sentía “más o menos”, pero no canceló su agenda hasta el martes. En todo este tiempo pudo contagiar a decenas de personas, incluidos los periodistas a los que convocó para decir que estaba infectado.
La Asociación Brasileña de la Prensa le demandó por un posible delito de atentado contra la salud pública.
Via | Milenio
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