Eduardo de Jesús Castellanos Hernández
El primer tomo de las memorias del primer presidente afroamericano de los Estados Unidos tiene 905 páginas, pero ninguna tiene desperdicio, se leen de corrido con interés, asombro, sonrisas y emoción. Es una novela histórica, de amor, de suspenso, de poder militar, de intriga, de terror. Se trata de un libro autobiográfico que por razón natural aporta una serie de datos muy importantes sobre la historia de los Estados Unidos y del mundo durante los días que hoy mismo vivimos. En esencia, se trata de un testimonio de época que ofrece uno de los actores protagónicos de las decisiones estratégicas en el gobierno de ese país, pero también del mundo, pues se trata de la principal potencia económica y militar, pero, sobre todo, de la democracia consolidada más importante del mundo contemporáneo.
Una de las principales características de una sociedad democrática es la movilidad social vertical en función del mérito personal, es decir, el trabajo, el esfuerzo, la creatividad y las habilidades personales. La vida del ex presidente Obama es un claro ejemplo. Más aún si se tiene en cuenta que siendo de origen afroamericano, en un país donde los afroamericanos no podían viajar sentados en el mismo autobús donde viajaban los blancos -a los que debían ofrecerles el asiento de inmediato-, ni podían realizar estudios universitarios en las mismas escuelas que los blancos -el primero que lo intentó en un estado sureño tuvo que hacerlo con el apoyo de la Guardia Nacional para que lo dejaran entrar- hasta hace apenas unos cincuenta años, él fue el primer senador afroamericano del Senado nacional y, más tarde, el primer presidente de su país.
Sus abuelos maternos, descendientes de inmigrantes escoceses e irlandeses, habitantes de varios estados y ciudades, emigraron a Hawái, al año siguiente de haber sido reconocido éste como un estado más de la Unión Americana. Su madre, blanca de origen americano, conoció ahí a su padre, de origen keniano, pero después de separarse ellos Obama vivió en Indonesia con su padrastro, aunque después regresó a Hawái para vivir con sus abuelos. No lo dice de manera expresa en sus memorias, pero se entiende que el ingreso laboral familiar más importante fue el de su abuela materna -empleada de buen nivel en un banco de Hawái-, gracias a cuyo apoyo él pudo ir a estudiar a Chicago y, más tarde, a Harvard, aunque con las becas correspondientes. Haber vivido en Yakarta, en un país musulmán occidentalizado, es algo que le traería muchos recuerdos y reflexiones cuando visita Arabia Saudita y el rey lo hospeda en su mansión, una especie de “Four Seasons en medio del desierto”, según señala Obama no sin asombro, además, por las tuberías de oro en la villa o rancho del rey y los regalos de rubíes y diamantes que recibió para su esposa, pero que desde luego no pudo aceptar por prohibición legal en su país.
En realidad, su carrera política fue bastante breve, por no decir meteórica, antes de llegar a la presidencia. Después de haber hecho trabajo comunitario como defensor de derechos civiles en Chicago, su primer cargo de elección popular fue el de senador estatal en el estado de Illinois; intentó sin éxito ser congresista -diputado federal-, pero después de esa derrota, buscó ser senador en el congreso federal y lo logró. Fue el primer senador de origen afroamericano, cargo que ganó en la elección coincidente con la presidencial donde John Kerry fue el candidato, perdedor, del Partido Demócrata, frente a Bush junior. En México hubo hace mucho tiempo senado local, ahora solo hay diputados locales, así es que imagine usted a un diputado local que dos años es senador y después presidente. Es el caso de Obama.
Cuando era candidato al senado, ya con muchas posibilidades de ganar, fue invitado por John Kerry a pronunciar el discurso inaugural en la Convención Nacional Demócrata, lo cual le dio un reconocimiento nacional. La imagen de un senador afroamericano, una vez que ocupó el cargo, despertó simpatías y de inmediato se especuló sobre la posibilidad de que llegara a ser candidato presidencial. Durante un viaje con su esposa a Kenia, fue recibido por miles de africanos que lo alentaban a buscar la candidatura y lo veían como si ya fuera presidente de los Estados Unidos.
Al grado de que, según él mismo narra, un día el líder de la minoría demócrata en el Senado, Harry Reid, le sugiere que busque la candidatura presidencial. El diálogo es narrado por Obama de la manera siguiente que desde luego abrevio:
“Una luminosa tarde de primavera Harry Reid me pidió que me pasara por su despacho…. Permíteme que vaya al grano -dijo Harry…-, hay mucha gente de nuestro partido que planea presentarse a las elecciones. Casi no sé ni cuántos son. Y son buena gente, Barack, por ese motivo no puedo tomar parte públicamente…
“-Escucha Harry, solo para que lo sepas. No pienso presentarme…
“-Aún así -me interrumpió- creo que debes pensar en presentarte a estas elecciones. Ya sé que has dicho que no lo harás, y estoy seguro que hay mucha gente que dirá que necesitas más experiencia, pero déjame que te diga una cosa, ¿de acuerdo? Diez años más en el Senado no te harán mejor presidente. Estás motivando a la gente, sobre todo a la gente joven, a las minorías y también a los blancos que se han quedado en el camino. Es otra cosa. La gente está buscando otra cosa. Estoy seguro que será duro, pero creo que puedes ganar…”. Y apenas llevaba dos años como senador. Harry Reid fue líder de los senadores demócratas durante los dos periodos presidenciales de Obama.
Después de compartir esta confidencia con su equipo de trabajo más cercano, uno de sus asesores le sugirió consultar la opinión de Edward Kennedy. La entrevista en la oficina de Kennedy en el Senado Obama la narra así, abrevio nuevamente:
“… puedo decirte una cosa, Barack: el poder de inspirar a la gente no es algo frecuente. Y tampoco estos tiempos lo son. Tal vez pienses que no estás preparado, que lo harás cuando llegue un momento más apropiado, pero no eres tú el que elige el momento. Es el momento el que te elige a ti. O bien aprovechas la que puede ser tu única oportunidad, o decides si estás dispuesto a vivir el resto de tu vida con la conciencia de que ya ha pasado.”
En las elecciones primarias por la candidatura presidencial del Partido Demócrata derrotó, primero, a Joe Biden -el actual presidente electo de los Estados Unidos, a quien más tarde invitó a acompañarlo como candidato a la vicepresidencia-, pero lo más insólito, también derrotó a Hillary Clinton, no obstante que hacia el final de la contienda el propio Bill Clinton hizo campaña a favor de su esposa.
El tema de la campaña de Hillary Clinton era la inexperiencia de Obama y la dificultad que tendría para enfrentar a los senadores y congresistas republicanos. Para esto Obama ya se había rodeado de antiguos colaboradores de John Kerry y de Bill Clinton. Así es que en el debate el moderador le preguntó a Obama por qué si proponía un cambio en las relaciones internacionales tenía entre sus asesores a tantos funcionarios de la administración Clinton.
“-Que responda a eso- dijo Hillary en el micrófono.
“Hice una pausa y esperé a que se aplacaran las risas.
“-Porque, Hillary, estoy deseando que algún día tú seas también mi asesora.”
La señora Clinton no lo acompañó como vicepresidenta, pero fue la Secretaria de Estado, es decir, la responsable de las relaciones exteriores.
Severo crítico de las guerras responsabilidad de la administración Bush, desde que era senador había visitado los países en conflicto. Como candidato presidencial hizo una gira internacional por Europa, Asia y el Medio Oriente, para despejar cualquier duda sobre su conocimiento y habilidad en la interlocución con lideres mundiales. Después haría muchas más como presidente, cada una de las cuales es toda una lección, una aspiración cumplida, un sueño realizado. Por todo esto, el libro es un cuento de hadas para las minorías étnicas de Estados Unidos.
El triunfo de Obama contra el candidato presidencial republicano, John McCain -prisionero cinco años y héroe de guerra-, fue aplastante. Pero el propio Obama reconoce que lo que fue definitivo para lograr el triunfo fue la crisis económica de 2007 -la más importante desde la crisis de 1929-, así como los errores en que respecto a su tratamiento electoral incurrió el candidato republicano, pero principalmente la crisis económica. Obama lo dice así: “Como recordaría a mi equipo más de una vez durante los años siguientes, el pueblo estadounidense difícilmente se habría atrevido a elegirme si la situación no hubiera estado fuera de control”.
La descripción de los preparativos de su equipo económico, bajo su liderazgo, para enfrentar y resolver la crisis económica heredada de la anterior administración, así como los procedimientos iniciados por la administración Bush con el mismo propósito, son toda una lección de administración pública y buen gobierno a partir de errores heredados, a la que me referiré en una siguiente colaboración.
Ciudad de Oaxaca, México, 23 de diciembre de 2020.
Eduardo de Jesús Castellanos Hernández.
Doctor en Estudios Políticos por la Universidad de París (Francia) y en Derecho por el Instituto Internacional del Derecho y del Estado (SEP, CDMX); Especialidad en Justicia Electoral por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (México); postdoctorado en Control Parlamentario y Políticas Públicas por la Universidad de Alcalá (España) y en Regímenes Políticos Comparados por la Universidad de Colorado, Campus Colorado Springs (Estados Unidos).
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