Añoranza de integración latinoamericana en tiempos de coronavirus

América Latina siempre ha adolecido de algo que nunca se concretó: la anhelada integración de los países que conforman esta región. A pesar de que existen innumerables mecanismos firmados y signados por gobiernos, poderes legislativos y agrupaciones de países, no existen instituciones hoy en día que nos permitan avanzar de manera unida y coordinada ante eventos o condiciones que nos hacen seguir siendo la región del mañana, mas no la del presente.

La factura que ha supuesto para los pueblos de nuestra América el tener en el eje del continente a la potencia mundial, ha condicionado sin lugar a dudas la capacidad de movilidad y desarrollo de nuestras repúblicas. En el alba del siglo XXI nació una idea: la integración, el multilateralismo: “Un mundo posible, un mundo multipolar” aunque pareciera que éste era un sueño destinado a fracasar, como otros tantos sueños que nacieron de la justa de la independencia: el sueño panamericano y la patria grande.

El error, muy seguramente, fue haber caído en la idea de que esto respondía a condiciones ideológicas, y que sin duda fue una quimera vendida por causa de los gobiernos populistas y de corte izquierdista en la región, que sin piedad fue arrasado por los gobiernos de derecha al retornar al poder porque para las pequeñas oligarquías que responden a los intereses de pocos y no a los de la inmensa mayoría, el tema de la integración solo es un sueño “guajiro” que nada tiene que ver con su idea de desarrollo.

Incluso quienes ya han detentado el poder en nuestra región y que hoy se encuentran en su mayoría apartados por una u otra razón, han demandado que no se puede pagar la deuda y nos han puesto en esta disyuntiva: salvamos vidas, o pagamos deuda. Pero hagamos un poquito de memoria.

Los gobiernos de izquierda, en cuyas manos tenían la posibilidad de un nuevo escenario para la región, terminaron por llenarse de corrupción e impunidad; haciendo gala de haber creado nuevos ricos y dilapidando quizá la entrada más grande de dinero que haya tenido la región en 100 años a raíz del crecimiento acelerado del PIB; como consecuencia de la demanda de materias primas por parte de China.

Uno a uno fueron cayendo, como “moscas en el entramado de grandes redes de corrupción” y la operación Lava Jato, por ejemplo, parece que arropó a casi todos los estados y gobiernos en la región- Y como dice la cruda verdad, que nada tiene que ver con ciencia ficción, “terminaron por convertirse en aquello que siempre aborrecieron”.

En consecuencia, es fácil urdir en la idea de que integración es corrupción, pero unificada, y que estos mecanismos por el bien de todos tenían que dejar de existir.

La unión de naciones suramericanas se desmembró y uno a uno los Estados miembros fueron saliendo de él. Esa idea de fronteras comunes, una única moneda y un banco del sur que nos hiciese más fuertes al momento de negociar y reclamar nuestro lugar en el mundo, quedaron sepultadas. ¡Cuánto bien haría el Consejo de Salud Sudamericano en esta hora aciaga! Con el cual las naciones del sur hubieran podido acordar medidas para enfrentar juntos y de manera coordinada el inmenso reto que supone la pandemia del Coronavirus: adquirir equipos y en conjunto avanzar en una estrategia sólida y homogénea ante el reto que supone la crisis sanitaria.

Apelar a fondos propios y mancomunados para no tener que contraer deudas impagables y eternas al FMI, Banco Mundial o el Club de París; pero no se ahorró en gastos y los “gobiernos progresistas”  se llenaron de corrupción e impunidad, adolecieron de soslayar la crítica, de ser cómplice de negocios turbios y debajo de la mesa que solo dejaron un gasto enorme a los Estados y obras de infraestructura nada conclusas, poco avanzadas y que quedaron sólo en los discursos.

Parece que nos quedamos más pobres, más separados, más tristes, con más deudas y con menos recursos. Esto es fundamental para la reflexión y para acordar que no es tiempo de pensar que por sí solos podemos afrontar tamaña dificultad. Que si estuviéramos más unidos, más coordinados y más comunicados, la facilidad seguro saldría a relucir.

Sin duda que, haciendo un paneo, de quien pudiese llevar esta responsabilidad más allá sería el gobierno mexicano, pero queda claro que no es interés de la 4T ejercer con fuerza y planificación los hilos conductores de liderazgos regionales ante la falta de posibilidad e interés de gobiernos más pequeños y estados más débiles.

“La mejor política externa es la interna”, ha repetido hasta la saciedad la administración federal y nos queda muy claro cuál es el interés del gobierno mexicano. Ante esta realidad seguiremos remando (si es que eso hacemos) de manera atomizada y viendo en el horizonte los intereses nacionales de manera independiente.

Quizás no hoy, tal vez mañana, la vida nos alumbre de nuevo y como región logremos concatenar esa idea de integración que tanto bien nos haría. Una patria grande que fuese realidad. Tal vez sea el tiempo de voces legítimas que se levanten en medio de la dificultad y la crisis para idear hojas de rutas y transitar los posibles caminos que en el futuro hagan posible el sueño, la idea, el deber ser.

“Llegará el día en que nuestro continente hable con voz de pueblo unido”

Alí Primera

David Bencomo-Guerra

Politólogo, Comunicador Social

@openpolitica

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