En la tensa situación que han quedado las relaciones entre Irán y los Estados Unidos, a partir del magnicidio del general Qassem Suleimani (Ver Qassem Suleimani ¿quién detendrá a la muerte?) los ataques de cohetería a las bases norteamericanas en Irak, las nuevas sanciones de Donald Trump al país persa, la negativa norteamericana a la retirada de los casi seis mil hombres que tiene estacionados en territorio iraquí, a pesar de lo votado por unanimidad por el parlamento de Bagdad, se le debe sumar el accidental derribo del avión ucraniano que dejó 176 muertos, circunstancia que dejan abiertas todas las posibilidades para la profundización de la escalada bélica a limites insospechados.
En ese marco habrá que poner foco en Afganistán, otra vez Afganistán, siempre y mil veces Afganistán, ya que en el país centro asiático, Washington todavía mantiene unos 13 mil efectivos en disponibilidad de entrar en operaciones de manera inmediata, teniendo en cuenta que Afganistán e Irán, comparten una frontera de 960 kilómetros.
Está realidad ha puesto en alerta al gobierno de Kabul, que no solo temen que una vez más se estanquen las conversaciones de paz con el Talibán, que había llegado a un punto de concreción nunca antes alcanzado, sino que sea su territorio campo propicio para un enfrentamiento militar entre Teherán y Washington, a pesar de que el presidente afgano Ashraf Ghani, se ha mantenido notoriamente al margen de la disputa entre su vecino y su principal “socio” en la guerra contra el Talibán.
En un comunicado firma por el presidente Ghani, a las pocas horas de iniciado el conflicto aclara: “El gobierno de la República Islámica de Afganistán asegura al pueblo y a sus vecinos que, de acuerdo con el acuerdo de seguridad con Estados Unidos, el territorio de Afganistán en ninguna circunstancia se utilizará contra otro país”, anuncio que también comunicó telefónicamente al presidente iraní Hassan Rohaní, al secretario de Estado Mike Pompeo y al secretario de Defensa Mark Thomas Esper.
A pesar que el general Austin Scott Miller, el principal comandante de los Estados Unidos en Afganistán, ha reclamado discreción a sus oficiales, se conoció se están discutiendo que tipos de operaciones, principalmente aéreas, se podrían llevar a cabo contra Irán desde Afganistán y las posibles respuestas a Irán.
A pesar de la larga presencia norteamericana en territorio afgano, lo que Irán, siempre ha visto como una amenaza latente, la diplomacia de los ayatolas ha sido particularmente contemplativa y pragmática, lo que respetando los enmarañados y profundos lazos políticos, culturales y económicos entre las dos naciones asiáticas, ha permitido Teherán, que casi cinco millones de refugiados afganos, que han huido hacia su territorio, en los casi cincuenta años de conflictos, revoluciones y guerras, se instalen sin demasiados inconvenientes, en diferentes áreas de país como en la capital, Zabol capital del Baluchistán iraní, Mashhad la segunda más poblada del país persa ubicada en el noroeste del país y en diferentes campamentos cercanos a la frontera, por lo que el gobierno afgano obligatoriamente debe mantener una línea de no intervención, ya que la decisión de Teherán de expulsar a los refugiados afganos, agudizaría mucho más el profundo conflicto social del país, tanto como el de seguridad.
Pero muchos de estos refugiados, afganos chiíes hazara, se estima hasta unos 50 mil conformaron lo que se conoce como la Liwa Fatemiyoun, (Brigada bandera de Fátima) o el Hezbollah Afgano, creado justamente a instancias del general Soleimani, en 2014, que junto a la Fuerza al–Quds de general mártir, tuvieron una acción decisiva en la guerra contra en Daesh en Siria, cuya misión principal era la de proteger los sitios sagrados.
Por su parte algunos políticos afganos como Hamid Karzai presidente durante 13 años sostenido en el imprescindible apoyo de los Estado Unidos calificó al general Suleimani como un “hombre digno” condenando el ataque del día tres de enero y Mohammed Hanif Atmar, ex asesor de seguridad nacional quién firmante del acuerdo estratégico de seguridad entre Afganistán y Estados Unidos, también elogió al general asesinado e incluso Abdullah Abdullah, el segundo hombre del país después de Ghani, aliado de los Estados Unidos, presentó en la embajada iraní en Kabul donde dio sus condolencia y firmó el libro conmemorativo por el general Suleimani.
¿Posibilidades ciertas?
Para Richard Olson, un ex funcionario norteamericano en Afganistán, consideró que a pesar de los muchos posibles objetivos que Estados Unidos, tiene en el país, Irán será más proclive a atacar otros lugares, posiblemente en Irak, Siria o Líbano, donde la nación islámica cuenta con más apoyo en las esferas del poder.
Sin duda de concretarse un conflicto prolongado, pero obligatoriamente de baja intensidad entre ambas naciones, el retiro, siempre anunciado y nunca concretado, de las tropas norteamericanas de Afganistán, sería nuevamente postergado, que ya de hecho debe haber sido postergado, más allá de los acuerdos a los que se puedan llegar con el Talibán. Cuestión que de alguna manera le puede jugar en contra al presidente Trump de cara a las elecciones del próximo noviembre.
Respecto a Irán y su presencia en Afganistán, nunca ha sido propicia y mucho menos desde que el talibán llegó al poder en los noventa, observado a los hombres de mullah Omar, como una fuerza enemiga que oprimía a los chiítas y profundamente hostil a Irán. Recuérdese que en 1998 en la ciudad afgana Mazar-e-Sharif, en plena guerra entre el Talibán y la Alianza del Norte respaldados por Irán, que dirigía el mítico Ahmad Shah Massoud, el León de Panjshir, fue asaltado por comando talibanes el consulado iraní donde fueron asesinados 10 diplomáticos persas junto a un periodista de la agencia noticiosa estatal de Irán, hecho que piso a Irán al borde de invadir Afganistán.
Tras la invasión norteamericana del 2001, Teherán cambio su actitud hacia los muyahidines, a quienes han financiado en varios periodos durante los últimos 18 años. Incluso permitiendo que algunos líderes del Talibán junto a sus familia puedan refugiarse en territorio iraní e incluso han hecho la vista gorda al permitir que las bandas de contrabandistas que colaboran con la financiación de los insurgentes puedan pasar sin demasiados inconvenientes por su territorio.
Incluso se sabe que en 2016, cuando fue asesinado el líder supremo de Talibán el mullah Akhtar Mansour, quien había comenzado a tejer estrategias antinorteamericanas junto a los iraníes, que lo obligaron a viajar con frecuencia desde su refugio en Pakistán a Irán, donde en varias ciudades del país la organización tenía oficias, fue alcanzado por un misil disparado desde un dron norteamericano, cuando volvía de uno de esos viajes.
Esta relación hace temer a los funcionario norteamericanos, que en este nuevo contexto Irán tenga una participación mayor en el conflicto interno de Afganistán, pudiendo incluso hacer naufragar las conversaciones de paz entre el talibán, el gobierno afgano y los Estados Unidos, aportándole a los insurgentes armamento sofisticado como un tipo de misil antiaéreo portátil, que durante los últimos años el talibán utilizó generando graves daños tanto a las tropas afganas como a sus mandantes.
Dadas las actuales condiciones regionales, es prácticamente imposible, más allá de cualquier acuerdo al que los Estados unidos llegue con el Talibán, que, cumpla con uno de los puntos esenciales de lo discutido, el retiro de toda la tropa extranjera del país, esencialmente las norteamericanas, por lo que tendría que abandonar sus puntos clave el Campo Aéreo Bagram, a 50 kilómetros de Kabul y la Base Aérea Shindand, en el oeste del país, cuya retención más allá de las dificultades de orden político, acarrarían muchas complicaciones respecto al reabastecimiento de sus instalaciones y efectivos, ya que debe realizarse utilizando el espacio aéreo pakistaní, lo que pondría a Islamabad al borde del conflicto con Irán, con quien comparte una frontera de 900 kilómetros ocupados por la provincia separatista de Baluchistán, siempre dispuesta a complicar a Islamabad.
Una guerra de Estados Unidos contra Irán utilizando territorio afgano, desencadenará conflictos internos, no solo por lo aceitadas que puedan estar las relaciones con Teherán de varias minorías y milicias, pakistaní, sino por el odio acendrado de muchos militantes e incluso jefes militares contra Washington, que podrían reaccionan contra su propio gobierno.
A últimas horas del sábado 11 se conoció que dos hombres del ejército estadounidense murieron y otros dos resultaron heridos, cuando el vehículo en el que viajaban por una ruta en el sur de Afganistán, pisó un IED o Artefacto Explosivo Improvisado, una pésima noticia para Trump, que tendrá que controlar su ira para no convertir a Afganistán en un espacio neutral para su guerra con Irán.
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