Eduardo de Jesús Castellanos Hernández
Continúo mis comentarios iniciados la semana pasada en estas páginas digitales dirigidas a un público global, sobre el libro más reciente publicado con este título por el presidente de la república de México, Andrés Manuel López Obrador, quien en efecto se encuentra a la mitad del mandato para el que fue electo; esto espero, pues siempre puede haber prórroga, reelección o Maximato en estos países tropicales.
Empiezo ahora por constatar que el presidente mexicano sin duda pasará a la historia política latinoamericana, entre otros méritos bien ganados, por su enorme esfuerzo propagandístico tanto para llegar al poder presidencial como para ejercerlo y acrecentarlo. Esta propaganda política ha incluido varios libros, por lo que, reitero, continúo mis comentarios sobre el más reciente.
Después de una breve introducción que empieza con el recordatorio a sus lectores de que en marzo de este año 2022 se llevará a cabo la consulta ciudadana sobre la revocación de su mandato presidencial, que ha tenido el buen cuidado de plantear desde la ley secundaria -gracias a su mayoría legislativa y a pesar de que la Constitución diga otra cosa- y la boleta electoral que reproduce lo que dice la ley, como una ratificación de su mandato; el libro se estructura en cuatro capítulos: El presente; El respeto al derecho ajeno es la paz; Los opositores; y El Porvenir.
Estos cuatro capítulos dan lugar a veinticinco subcapítulos, desarrollados en 319 páginas -bastante pocas para temas tan importantes- que reflejan y reproducen puntualmente su estrategia propagandística exitosa de ataque sistemático a todos sus adversarios, descalificando de manera automática todo lo hecho por los gobiernos anteriores, de Hernán Cortés hasta el anterior presidente; aunque, desde luego, muchas sino es que todas las políticas públicas de la autodenominada cuarta transformación de la república que ofrece y afirma estar ya cimentada -y, por lo pronto, asegurada en sus resultados cualesquiera que éstos puedan ser- o son una prolongación de las políticas de gobiernos anteriores, o son cuando mucho un cambio de nombres de instituciones, pero sin que las cosas hayan cambiado demasiado, como no sea para mal como iremos descubriendo.
Tal es el caso, por ejemplo, del Instituto denominado “Para Devolver al Pueblo lo Robado” -tan festinado por el autor en su libro en comento-, cuyo anterior director nombrado por el presidente de la república en funciones abandonó el cargo a las pocas semanas de haber constatado y denunciado públicamente la corrupción que encontró; no la de los anteriores gobiernos, sino la que estaba en marcha durante la cuarta transformación tan anunciada. Desde luego que el autor del libro no dedica ni una línea a estas denuncias de corrupción durante su gobierno; menos aún a la manera de sancionarlas y corregirlas. Queda claro, por lo pronto, que un libro de evaluación autocrítica de su gestión gubernamental no es, simplemente es un libro de propaganda política, de ahí su brevedad. Razón más que suficiente, principalísima, para analizarlo en sus estrategias, limitaciones y contradicciones.
El primer capítulo del libro está dedicado a denunciar y descalificar de entrada a dos grupos sociales bien definidos: los periodistas y los académicos que no estén de acuerdo con su gobierno, es decir, todos aquellos que por su capacidad de observación, análisis y crítica pudieran advertir y denunciar el montaje mediático, la mentira y la calumnia con que, como se encuentra plenamente documentado y cuantificado, se comporta el propio presidente de la república al “informar” todas las mañanas, desde el Palacio Nacional, sobre sus acciones de gobierno, en sus supuestas conferencias de prensa que son actos de propaganda política y promoción personal prohibidos por la Constitución y la ley.
Pero veamos estas perlas que empiezan a aparecer en el libro, una tras otra: “durante un largo periodo, con el apoyo de una educación mercantilista y doctrinaria, y con la manipulación de casi la totalidad de los medios de información, se introdujo en la mente de muchos la creencia en las supuestas bondades del modelo neoliberal” (p. 15). Es oportuno subrayar aquí que un momento culminante de ese modelo neoliberal, sin la menor duda, fue la firma y puesta en marcha, en 1994, del Tratado de Libre Comercio para América del Norte; mismo que fue ratificado por el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador en otro momento culminante de apuesta por el modelo neoliberal, por lo que dedica varias páginas de su libro a reseñar la epopeya personalizada por él frente al gobierno del presidente Donald Trump, y frente a este mismo, con motivo de la firma y celebraciones, incluidos discursos y ágapes en la Casa Blanca, por el T-MEC.
Cualquier paciente de las instituciones de la medicina social, es decir, de las clínicas y hospitales del servicio público, puede constatar, por lo menos, el desabasto de medicinas. Pero el autor del libro se ufana, precisamente, primero, de haber desaparecido el Seguro Popular -dedicado a dar servicios de salud a personas sin seguridad social- y, segundo, de haber centralizado la compra de medicamente. Desde luego que todo esto lo presenta también como una hazaña gloriosa, a pesar de que todos los datos al respecto lo desmientan.
Pero la descalificación no es solo para sus adversarios políticos nacionales o para los críticos académicos que pretende neutralizar de entrada -con la implícita amenaza de que cualquier miembro del Sistema Nacional de Investigadores que se atreva a criticar pagará las consecuencias; precautoriamente, ya fueron excluidos del SNI los investigadores de universidades privadas-, sino que incluye también organizaciones, tribunales o foros internacionales.
Aquí, pues, otra perla: después de señalar datos por lo menos dudosos pero que le permiten justificar más adelante su intento de estatización de la industria eléctrica, para controlar la economía privada -así como antes, hace muchos años, el gobierno era el único vendedor de papel a los periódicos, ahora el gobierno será el único vendedor de electricidad a los empresarios y demás usuarios particulares, al precio que sea y con la continuidad en el servicio que se pueda-, el autor afirma rumbosamente respecto al conflicto que generó su gobierno por no respetar contratos firmados con relación a los gasoductos: “buscábamos siempre el arreglo y recurrir a los procesos legales solo como última instancia, ya que además de tardados, se dirimen en tribunales nacionales o extranjeros de poca o nula honestidad y en ellos la justicia es siempre relegada ante el derecho individual o empresarial” (p. 42). Resulta siempre más fácil acusar y calumniar desde el Palacio Nacional durante una “mañanera”, antes de sentarse a “negociar” con los interlocutores interesados, poco importa si sus derechos individuales o empresariales hayan sido violados.
Estoy apenas en el primer capítulo y encuentro otra perla: “En nuestro gobierno, después de un largo periodo de política neoliberal, reiniciamos la ejecución de obras de infraestructura con inversión pública” (p. 55). Desde luego que la afirmación es totalmente inexacta. Siempre ha habido obras de infraestructura con inversión pública, en algunos casos ya no tan recientes con inversión pública-privada -que al parecer intenta desaparecer por completo, pero también parece que no-, así como con inversión privada -que no pierde oportunidad para ensalzar-. A lo largo del libro, a ratos dice que solo lo público y a ratos dice que también con la iniciativa privada. Este aparente desorden mental no es tal, desde luego, sino una estrategia de comunicación dirigida a públicos diversos para que cada quién se refleje donde se sienta más identificado, ambigüedad en el lenguaje ayuda. Además de curarse en salud para cuando sea necesario.
Realiza aquí un primer anuncio de sus obras de infraestructura más relevantes, sobre las que habrá de regresar más adelante pues resumen o identifican su 4T -o lo que esto pueda significar al final de cuentas-: Aeropuerto Felipe Ángeles, Tren Maya, el proyecto integral del Istmo de Tehuantepec y la refinería de Dos Bocas. Pero reitera también su defensa sobre las cuestiones de salud ya anotadas: “En cuanto a nuestra actuación, hemos hecho todo lo humanamente posible para enfrentar la pandemia y salvar vidas. Es público y notorio que informamos y respondimos a tiempo, y que levantamos con oportunidad el sistema de salud pública que estaba en ruinas” (p. 60).
Estoy convencido, a este respecto, que muchas personas tenemos otros datos. Pues justo cuando el gobierno del actual presidente de la república desmanteló el sistema de salud heredado, y a centralizar la compra de medicamentos, inició la pandemia. En ese momento, en una de sus “mañaneras”, el presidente afirmó que la pandemia le había caído como anillo al dedo, expresión por cierto que ya no repite en su libro en comento. Solamente dice lo que acabo de transcribir… y lo que más adelante reitera como proeza administrativa.
Con relación a los apoyos sociales existentes desde varios gobiernos anteriores, el autor afirma: “A partir de la pandemia decidimos reforzar los apoyos sociales, ampliando el presupuesto destinado a la gente…. En otras palabras, con esta inyección de recursos, rápida y directa a las familias, se ha fortalecido la capacidad de compra o de consumo de la gente y con ello se ha podido reactivar pronto la economía” (pp. 64-65).
Desde hace varios gobiernos existe un organismo para evaluar los resultados de la política social, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), convertido durante el sexenio anterior en un órgano constitucional autónomo, al igual que otros que realizan funciones de contrapeso al Poder Ejecutivo Federal, es decir, a nuestro presidencialismo siempre hipertrofiado. A pesar de esta otra epopeya social reseñada en el libro -gracias al gasto público destinado a una clientela electoral cautiva, obligada (y transportada, acarreada) a asistir a actos masivos de apoyo al presidente, incluidas sus giras triunfales por la república que se repiten cada semana-, el CONEVAL ha informado que la pobreza y la pobreza extrema aumentaron de manera muy importante, sin duda a causa de la pandemia y de las políticas puestas en marcha para contrarrestar sus efectos económicos.
Más aún, también un porcentaje importante de miembros de la llamada clase media pasaron a situación de pobreza. Desde luego que estas situaciones no merecieron referencia alguna para el autor del libro, pero sí cambios administrativos al interior del CONEVAL para evitar ese tipo de excesos estadísticos, gracias a la renovación gradual de los miembros de esos organismos autónomos -que poco a poco dejan de serlo-, pues los relevos son definidos por la mayoría legislativa presidencial.
Conforme avanzo en la escritura de esta nota digital, me doy cuenta de que hay muchas afirmaciones inexactas o por lo menos sin el contexto necesario para el análisis de su veracidad, por lo que no es posible dejarlas pasar sin comentario. Esto me obligará a dedicar por lo menos un par de artículos más a seguir comentando el libro.
Espero que a usted lector, lectora -algunos de ustedes electores mexicanos con derecho de voto-, pudiera parecer justificado continuar con este análisis. La verdad es que a mí me parece indispensable. Tendrán que pasar muchos años antes de que las proezas narradas en este libro pasen a formar parte de un nuevo boom literario latinoamericano.
Ciudad de México, 10 de enero de 2022.
Eduardo de Jesús Castellanos Hernández.
Profesor e Investigador. Doctor en Estudios Políticos (Francia) y doctor en Derecho (México); posdoctorado en Control Parlamentario y Políticas Públicas (España) y posdoctorado en Regímenes Políticos Comparados (EUA); Especialidad en Justicia Electoral (TEPJF); autor de libros de de
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