Eduardo de Jesús Castellanos Hernández
La reciente X Cumbre de Líderes de América del Norte celebrada en la Ciudad de México en días pasados nos invita a reflexionar sobre el marco más amplio de las relaciones entre México y los Estados Unidos, sin duda telón de fondo de todo cuando ahí se dijo o se dejó de decir; aunque también sobre la eficacia, eficiencia y resultados previsibles de la gestión económica del gobierno mexicano en turno.
Por fortuna, para ayudarme a escribir estas líneas sobre dicho tema, entre otras informaciones y textos, encontré en YouTube un video sobre la guerra de Estados Unidos contra México en la que perdimos Nuevo México y la Alta California; video por cierto en el que brevemente intervienen destacados historiadores tanto mexicanos como norteamericanos, aunque no todos los historiadores mexicanos que hubiera querido escuchar ni con la extensión de los puntos de vista que sin duda defienden. En realidad, son dos videos casi de tres horas de duración cada uno, pero no tienen desperdicio. Si le interesa el tema y tiene usted tiempo disponible estoy seguro de que los va a disfrutar.
Desde luego que todo empezó con la colonización de Texas autorizada por el gobierno mexicano de esa época, lo que permitió la llegada de familias estadounidenses al territorio mexicano de Texas; herederos de los colonos ingleses que cuando pudieron se independizaron de México y se anexaron a Estados Unidos. Si a esto le agregamos que desde la guerra de independencia nacional nuestra los Estados Unidos le compraron a España el territorio de Florida, pues es natural suponer que la expansión de la nueva nación independiente, los Estados Unidos, tuviera como objetivo anexarse territorio mexicano. Hasta que lo logró con una guerra de invasión en debida forma.
En forma simultánea los colonos ingleses invadieron los territorios de las diferentes tribus de indios a las que finalmente pudieron si no exterminar por lo menos dominar y someter, gracias a su superioridad tecnológica en el arte de la guerra. Si un bando se defiende y ataca con flechas y el otro le contesta con cañonazos y disparos de rifle, es fácil suponer el desenlace. Así es que la expansión territorial de las antiguas colonias inglesas, y nueva potencia económica y militar, fue a expensas del territorio de los pobladores originarios, las tribus indias, y del territorio de México.
Pero la necesidad, deseo u objetivo expansionista de los Estados Unidos sobre el territorio de México no hubiera podido prosperar de no ser por varias razones más que es necesario tener en cuenta. De una parte, la extensión del territorio nacional mexicano y el consecuente descuido y alejamiento del gobierno central respecto de los colonos mexicanos, y poblaciones mexicanas, ubicados en esos territorios norteños. Pero también la capacidad tecnológica y de armamento, y de estrategia militar, que tenían los Estados Unidos frente al gobierno mexicano que, además, permanecía dividido y en guerras intestinas sin fin desde la independencia nacional.
En la guerra de 1846 a 1848 que terminó con los tratados de Guadalupe Hidalgo, la invasión de Veracruz sin que los norteamericanos hayan tenido necesidad de disparar un solo tiro y la toma de Puebla en iguales circunstancias, explican la llegada del ejército invasor hasta la ciudad de México. Ya en el valle de México, las batallas de Churubusco, Molino del Rey y de Chapultepec, como antes la de la Angostura, fueron presentadas en la historia mexicana como actos heroicos y no como flagrantes errores militares; batallas que con relativa facilidad pudieron haberse ganado. Para ser claros habría que aceptar que todas ellas se perdieron por la arrogancia política e inexperiencia militar del presidente Antonio López de Santa Anna. Los griegos de la época clásica dijeron que los dioses envanecen a los que quieren perder.
Hace más de dos mil años igualmente los griegos escribieron que el poder corrompe y que el poder absoluto corrompe absolutamente. Pero también se sabe desde esa época, y desde antes, que un gobernante absoluto solamente puede cometer equivocaciones sin límite que al final de cuentas pagan sus gobernados. Pues fue lo que pasó con Santa Anna. Lo interesante de los videos a que ya me referí es que narran con detalle los desaciertos del dictador mexicano de la época.
A este rápido repaso de la historia de nuestras relaciones como países vecinos habría que agregar la intervención de algunos de los embajadores norteamericanos en el gobierno del país, en sus motines y asonadas; intervenciones que no hubiesen podido darse de no haber estado inducidas o permitidas o vistas con buenos ojos, por lo menos, desde su ciudad capital, Washington. La doctrina Monroe, “América para los americanos”, de 1823, había sido una advertencia a las potencias europeas y una sentencia para las nuevas repúblicas independientes latinoamericanas.
Vinieron otras etapas de enfrentamiento y colaboración protagonizadas por nuestros sucesivos gobernantes: Benito Juárez, Porfirio Díaz, Venustiano Carranza. Pero también dos guerras mundiales, la Guerra Fría entre las dos potencias triunfadoras de la segunda, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y los Estados Unidos, la caída del muro de Berlín, la disolución de la URSS, la alianza económica entre China y Estados Unidos, en fin, hasta llegar a la firma de los tratados de libre comercio entre México y Estados Unidos, el TLCAN y el T-MEC, éste ya durante el gobierno federal actual.
El expresidente Barack Obama escribió un libro con sus memorias en ese cargo, “Una tierra prometida”, de novecientas páginas, muy interesante y aleccionador. Para referirme en seguida a la reciente visita a México del presidente Joe Biden y del primer ministro Justin Trudeau me parece muy útil citar el siguiente párrafo del libro de Obama, dice así:
“…la política exterior de cada país la rigen sus propios intereses económicos, geográficos y étnicos, sus divisiones religiosas, sus disputas territoriales, sus mitos fundacionales, sus traumas persistentes, sus animosidades ancestrales y, por encima de todo, los imperativos de aquellos que pretendían conservar el poder”.
No creo que Obama haya estado pensando específicamente en el caso de México cuando escribió el párrafo anterior, pues son características aplicables a cualquier país, pero sin duda que su reflexión nos viene muy al caso para tratar de encontrar una explicación a todo lo que escuchamos, vimos o leímos, así como lo que dejamos de escuchar, ver o leer, durante los días de la X Cumbre de Líderes de Norteamérica celebrada en la Ciudad de México la semana pasada.
Me quedo solamente con “los imperativos de aquellos que pretendían conservar el poder”, pues se supone que los mitos, traumas y animosidades ya quedaron sepultados gracias a nuestros respectivos intereses económicos frente a una sociedad y economía globales (en el caso de México también en virtud de su visible atraso económico frente a sus dos socios comerciales).
El caso es que, en efecto, los tres líderes norteamericanos que se acaban de reunir buscan la permanencia en el poder de sus respectivos partidos e ideologías o de ellos mismos, si les es posible. Solamente que, salvo por el libre comercio como denominador común, la ideología del gobierno mexicano actual no es del todo coincidente con la de los otros dos gobernantes que nos visitaron.
Nuestro gobierno se dice “de izquierda”, cualquier cosa que esto pueda significar, aunque todo indica que lo que significa es por lo menos una mayor intervención económica del Estado en aspectos clave de la economía y en otros más. Así es que bajo la consigna legitimadora de “primero los pobres” se pretende justificar una serie de reformas y contrarreformas; no obstante que algunas de éstas, las que ahora se pretende cambiar, fueron impulsadas por el partido gobernante y su antecedente inmediato, pero con el mismo líder, cuando eran oposición y todavía no eran gobierno.
Pero los tres líderes no se fijaron en esas diferencias esta vez pues sus prioridades eran otras, como ya ha quedado dicho. Así es que lo único que hubo fue una exhibición de actos amistosos y anecdóticos, gracias a que las cuestiones fundamentales ya habían sido aseguradas de antemano.
Si la política es el arte de hacer creer, todo depende también de la efectividad del mensaje que se pretende crean los electores y de la recepción que éstos tengan del mismo. No entro aquí a reflexionar o a especular sobre la suerte electoral de Biden o de Trudeau en sus respectivos países, pues por razón natural lo que más importa a nosotros los mexicanos es el provecho que para la economía mexicana haya tenido dicha reunión de líderes.
Lamentablemente, como es fácil advertir, la contención de migrantes y del tráfico de fentanilo fue el centro de la reunión y eso ya estaba resuelto desde antes; desde mucho antes si tenemos en cuenta que la construcción del muro mexicano policiaco, con uniforme de Guardia Nacional, es más bien obra de Donald Trump; y que la detención de ese personaje en Sinaloa ya había sucedido. Las diferencias en materia de energía se dejaron para otro momento y otros foros o paneles; de la democracia mexicana y en otras partes de América Latina ni se habló, de las dictaduras menos. En conclusión: mucho ruido y pocas nueces. Esperemos que a los mexicanos para algo nos sirva constatarlo al menos.
Ciudad de México, 16 de enero de 2023.
Eduardo de Jesús Castellanos Hernández.
Doctor en Estudios Políticos por la Universidad de París (Francia) y doctor en Derecho por el Instituto Internacional del Derecho y del Estado (México); posdoctorado en Control Parlamentario y Políticas Públicas (España) y en Regímenes Políticos Comparados (EUA); Especialista en Justicia Electoral por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación; maestro en Administración de Empresas por la Universidad Autónoma del Estado de México; licenciado en Derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México; autor de libros de derecho público, privado y social, así como de política y administración pública.
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