Joel Hernández Santiago
Acudió a las urnas más del 51 por ciento del total de los ciudadanos que podían ir a votar el domingo 6 de junio en México. De los 93 millones de la lista nominal de electores, fueron a sufragar poco más de 46 millones de mexicanos al grito de guerra…
Y para que se votara se instalaron casi todas las 162 mil casillas necesarias en los distritos del país. Esto implicaba mover a un ejército de miles de ciudadanos que habrían de contribuir con su apoyo para que todo estuviera a disposición del elector, además de que muchos de ellos sabían el grado de riesgo por contagio que podía ocurrir en tiempos en los que la pandemia aún no termina.
El Instituto Nacional Electoral (INE) tenía la responsabilidad de que la organización de estos comicios fuera además de pulcra, transparente, sin contratiempos de organización y, sobre todo, sin riesgos para nadie en todo el país. Pero también se ponía en juego su sobrevivencia.
Meses antes el INE había sido objeto de críticas feroces por parte del presidente de México. Les acusaba de cotoso, de parcialidad, de ineptitud, de ser un organismo innecesario, de que algunos de sus consejeros, en particular su presidente Lorenzo Córdoba y Ciro Murayama respondían a intereses particulares y que eran enemigos de su gran proyecto: la 4-T. Y tanto más.
Las hostilidades no quedaban ahí; a modo de obediencia otros actores políticos siguieron con las amenazas. En el Senado, Ricardo Monreal, líder de los morenistas anunció que pasando las elecciones promovería una Reforma Política para revisar el caso del INE, en franca amenaza al órgano autónomo. Muchos otros siguieron la orden suprema y lanzaron dardos envenenados.
En las redes sociales, los trolles, bots operaron a todo lo que dan para atizar a la sociedad en contra del INE. Los señalamientos eran incendiarios, de práctico linchamiento social en contra de la mayoría de los consejeros, no de los nombrados desde la Presidencia.
En contraposición hubo grupos reales, con nombres reales, que dieron cara para defender a una Institución que ha costado muchos años construir, desde las reformas a la Constitución Política aprobadas el 4 de abril de 1990 cuando surgió como organismo dependiente de la Secretaría de Gobernación…
Luego, paso a paso experimentó diversos procesos de reforma que impactaron en la integración y atributos del organismo depositario de la autoridad electoral hasta crearse el 11 de octubre de 1990 el Instituto Federal Electoral (IFE) como órgano autónomo, aunque éste se disolvió el 4 de abril de 2014 para constituirse como Instituto Nacional Electoral, que es como lo conocemos hoy.
Pero para que esto ocurriera tuvo que transitar por caminos plagados de problemas, de animadversiones, de posiciones en contra, de ambiciones de control sobre el organismo en el que los partidos políticos han querido tener preeminencia en la toma de decisiones, muchas de ellas de alto grado de sensibilidad política y social. Pero ahí siguió, contra viento y marea.
Y si bien las elecciones de este domingo 6 de junio causaron una gran expectativa social y política, muchos miraban con atención la manera cómo el INE habría de llevar a cabo tan enorme tarea y tan enorme responsabilidad.
Para sus ‘adversarios’ –palabra hoy de moda- era la oportunidad para descalificar sin ambages al organismo y para conseguir, finalmente, su transformación o, de plano, su desaparición.
Los intereses políticos de hoy no necesariamente corresponden a los intereses y a las aspiraciones que tiene el país para consolidar su democracia. Son evidentes las injerencias de gobierno en distintos organismos susceptibles para la toma de decisiones y la conducción de asuntos de Estado; éstas se han visto en la diana de los aparatos de dominio para apropiarse de ellos o para hacerlos a un lado.
Pero no, no y no… Resulta que estas elecciones fueron, por decirlo así, impecables en su organización, en su transparencia y en su confiabilidad.
Hoy mismo, luego de días de haberse llevado a cabo, hay apenas 149 quejas de índole distinta. Y sí, hubo conflictos externos, pero no atribuibles a la organización pero sí al entorno político polarizado.
Y s: Falta todavía ajustar algunas tuercas por ahí.
Está por ejemplo la enorme responsabilidad aun incumplida por el INE por fortalecer el sistema de partidos, el que hoy mismo es un verdadero desastre; falta estimular la cultura democrática, porque la gente sigue sin acudir a las urnas a pesar de tener la mesa dispuesta y segura…Falta que su presupuesto se ajuste a la realidad del país y no a su propia realidad y opulencia.
Si. Pero ahí está el INE y, con esos arreglos pendientes, lo que sigue hoy mismo es el reconocimiento a su muy buena labor de organización electoral el 6 de junio de 2021.
Se reconoció el triunfo de Morena como primera fuerza política de México y la nueva álgebra política del país en la que emergen fuerzas políticas de distinto orden y catadura que le dan al país opciones diferentes para aspiraciones disímiles.
El INE demostró con las elecciones del 6 de junio, que es indispensable y que debe seguir autónomo, plural, independiente y sin asomo de duda.
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