Rosy RAMALES
El senador morenista Martí Batres presentó una iniciativa de ley para eliminar el requisito de ser mexicano de nacimiento para ser diputado federal o senador.
Bueno, la mañana de este martes informó haber sido retirada o algo así. ¡Bien! Porque hubiese hecho, no solo ruido, sino estragos, sobre todo sin la exacta reglamentación.
Verán. En su iniciativa proponía reformar la fracción I del artículo 55 de la Constitución para quedar como sigue: “Se requiere ser ciudadana o ciudadano mexicano, en el ejercicio de sus derechos”.
Así se simple, sin la exigencia del ius soli.
Y de cierto modo tiene razón al argumentar que “mantener vigente el requisito de ser mexicano por nacimiento para ser diputado/a federal o senador/a de la República resulta inconstitucional y discriminatorio…”
Por tanto, deben privilegiarse los derechos humanos, columna vertebral constitucional desde la reforma de 2011 en nuestro país. Entonces ¿ni siquiera interpretar preceptos de la Carta Magna a la luz de éstos, sino, incluso, eliminarlos? Como, por ejemplo, la reserva del artículo 32 que refiere:
“El ejercicio de los cargos y funciones para los cuales, por disposición de la presente Constitución, se requiera ser mexicano por nacimiento, se reserva a quienes tengan esa calidad y no adquieran otra nacionalidad. Esta reserva también será aplicable a los casos que así lo señalen otras leyes del Congreso de la Unión…”
También ¿eliminar el requisito de la nacionalidad por nacimiento para ser Presidente de la República? Y ya encarrerados en la armonización, de una vez permitir que la persona aspirante sea hijo o hija de padres extranjeros; actualmente es solo de padre o de madre mexicanos.
Por cierto, dicha disposición sufrió reformas en 1994, a finales del sexenio salinista; antes el requisito de elegibilidad exigía ser hijo (a) de padres mexicanos.
En fin, al paso de las reformas de legisladores de la Cuarta “T” pronto habría un Presidente de México originario de Venezuela, Ecuador, Bolivia, Rusia. Total, ya sin el candado de la nacionalidad por nacimiento, cualquiera puede solicitar la naturalización y cumplir el requisito.
En el caso de la elegibilidad de diputados y senadores, que decidan las autoridades electorales en base a la normatividad vigente.
Y que valoren en qué casos aplican el criterio de la Suprema Corte de Justicia de la Nación sobre que ese requisito viola los principios de igualdad y no discriminación.
Lo que sí no cabe en la cabeza es que un oriundo pueda decir lo siguiente: “Con la aprobación de la presente iniciativa, abrimos la oportunidad a todas aquellas personas valiosas que quisieran ocupar dichos cargos aún sin ser mexicanos por nacimiento”.
¿Y dónde quedan los mexicanos y las mexicanas de nacimiento que son personas valiosas?
¡Qué manera de malinchismo!
Con razón hay tanto colado extranjero en el gabinete. Al rato no se conformarán con los puestos de segunda, querrán los de primera.
Hizo bien Martí Batres en retirar su iniciativa, porque además habría implicado armonizar la disposición para aplicarla a todos los cargos de elección popular, incluidas las gubernaturas, diputaciones locales y concejalías a los ayuntamientos.
O sea, reformas a los artículos 115 y 116 de la Constitución Política de México, las leyes secundarias y la legislación local, para que en ningún cargo se pida el derecho de suelo.
¿GOBERNADORES MAÑOSOS?
Mario Delgado Carrillo dice que Morena “no permitirá que gobernadores mañosos metan la mano en las elecciones”.
¿Todos, incluidos los morenistas? ¿O nada más los de oposición?
Lo dijo en Tamaulipas, entonces puede ser con dedicatoria al gobernador panista Francisco Javier Cabeza de Vaca.
Ah, pero el mal ejemplo cunde.
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, en sus mañaneras mete hasta los codos. También en sus giras y en los encuentros con candidatas. Ahí está su reciente plática con la abandera morenista a la gubernatura de Nuevo León, Clara Luz Flores.
Entonces, ¿con qué cara reclama Morena a la oposición?
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Correo: rosyrama@hotmail.com
Rosy RAMALES
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