Guadi Calvo*.
Cuando en marzo de 2015, el líder de Boko Haram, Abu Bakr Shekau, realizaba su juramento de lealtad o bayat, al califa Ibrahim (Abu Bakr al-Bagdadí), fundador del Daesh, al-Qaeda, perdía su principal franquiciante en África Occidental, por lo que Jamaat al-Ansar al-Muslimeen fi Bilad al-Sudan, (Las Vanguardias para la Protección de los musulmanes en tierras del África Negra) más conocido como Ansaru, era la única y remota esperanza de seguir manteniendo su presencia en revuelto norte nigeriano. Ya que esta organización, también conocida como al-Qaeda en las tierras más allá del Sahel, operaba en la misma región que Boko Haram, para 2013, algunos analistas consideraban que ambas formaciones se habían fusionado, más allá de las diferencias como que los milicianos de Boko Haram en su mayoría originarios del estado de Borno, también en sus filas se cuentan con numerosos grupos de cameruneses, nigerinos y chadianos, provenientes de las áreas fronterizas con Nigeria, en gran números reclutados en las madrassas almajiri, un sistema de escuelas coránicas financiadas por las monarquías del Golfo Pérsico, especialmente la Saudita.
En el caso de Ansaru, sus militantes son nigerianos, que han recibido entrenamiento durante 2003 en Mauritania y en 2007 en campamentos del sur argelino, impartido por miembros de al-Qaeda para el Magreb Islámico (AQMI) como fue el caso de sus dos máximos líderes Khalid al-Barnawi y Abu Muhammed, fogueados en los campos de batalla del norte de Mali.
La falta de una definición geográfica más precisa, ya que solo se puntualiza con un vago “Tierras del África Negra”, ha hecho que se generaran muchas discusiones acerca de su origen y existencia real, a pesar de que en 2012 el Reino Unido declarase a Ansaru “organización terrorista”, lo mismo que un año más tarde hiciera el entonces presidente nigeriano Jonathan Goodluck. Tras la detención en abril 2016 del su emir, Khalid al-Barnawi, reemplazado por Usama al-Ansari, sumados a los duros enfrentamientos con Boko Haram y el ejército nigeriano, sus acciones se interrumpieron al punto de creerse que dicha khatiba, se habría disuelto o había sido absorbida por las muchas organizaciones “hermanas” que combaten en el norte de Mali y en la actualidad han desbordo a Burkina Faso, Níger y el Chad y que desde 2017, se encuentran bajo las banderas de Jama’at Nasr Al islam wa Al mouminin (Grupo por el apoyo del Islam y de los musulmanes) la organización tributaria de al-Qaeda global más importante de del continente junto a al-Qaeda para el Magreb Islámico o AQMI.
Aunque para sorpresa de muchos Ansaru, el jueves seis de agosto, resurgió con un letal ataque contra las comunidades de Kurmin Masara, Apyia Shyim y Takmawai, en el norte del estado de Kaduna. Cerca de un centenar de muyahidines conduciendo motos asesinaron a al menos unos 25 civiles, dejando heridos a un número todavía desconocido de aldeanos. Al tiempo que varias viviendas fueron incendiadas por lo que muchos de los pobladores debieron buscar seguridad en pueblos cercanos.
Desde enero de 2020 en que reclamó para sí la emboscada a la caravana del emir de Potiskum del estado de Yobe, después de un largo ostracismo de casi siete años, que Ansaru, no se responsabilizaba de ninguna operación.
El ataque que se adjudicó el grupo vinculado a al-Qaeda, se informó por el Thabat News un medio semi oficial de la organización, que transmite declaraciones y propaganda de al-Qaeda y grupos afines, de manera similar al Amaq News del Daesh. Aunque para algunas fuentes, la acción del jueves seis, habría sido en verdad una operación de miembros armados de la etnia de pastores Fulani, contra agricultores locales, por lo general de la etnia Dogon, como parte de su ancestral guerra que replica en casi todas las naciones de África Occidental y cuyo epicentro se encuentra en el sector centra de Mali, donde este tipo de ataques se han convertido en una de las constantes, que favorece la crónica inestabilidad del país saheliano. Esta guerra entre pastores y agricultores, ha sido instrumentada por las organizaciones terroristas que están ganando terreno, ofreciéndoles protección y que convirtió a ambas comunidades en proveedores constates de nuevos combatientes.
Desde el pasado 20 de julio, los ataques en el norte de Nigeria comenzaron a atravesar un periodo de recalentamiento, ese día una veintena de personas fueron asesinadas en la de Kukim Daji. Los funcionarios locales indicaron que al mismo tiempo otro ataque se produjo en pueblo cercano. Un día después, murieron otras once personas en la aldea de Gora Gan cuando un grupo de aproximadamente cincuenta hombres ingresó a la aldea cerca de la siete de la mañana, ametrallado saqueando e incendiando las propiedades; el 22 de julio, otras 38 personas murieron durante el asalto a dos aldeas de Kaduna y otros 33 civiles murieron el. 6 de agosto, en la ciudad de Zango Kataf. Es llamativo que todos los blancos elegidos hayan sido civiles y ninguno militar, por lo que se cree que Ansaru, esta apostado a la profundización de la guerra étnica, condiciendo en las operaciones a guerreros fulanis.
Diferencias ideológicas.
Lo que podría producirse en el norte de Nigeria si la escalada de Ansaru continua, sería la aparición de un escenario similar al que se está produciendo en Mali, o más remotamente se produjo en Siria y también podría estar dándose ahora en el norte de Somalia y en algunas provincias afganas, donde por delegación del talibán, hombres de al-Qaeda, luchan contra la presencia de muyahidines del Daesh Willat Khorasan.
En todas esas geografías khatibas (brigadas) del Daesh y al-Qaeda, está en pie de guerra entre ellas, dejando de lado la lucha que los ha convocado en cada uno de los escenarios mencionado.
La disputa entre Daesh y al-Qaeda, no es solo por influencia, recursos y milicianos, ambos grupos son ideológicamente diferentes y tienen percepciones disímiles acerca de la definición de objetivos, enemigos y la ejecución de sus tácticas, aunque desde el punto de vista religioso si tienen coincidencias en la práctica, que podría definirse en la aceptación de la doctrina, la completa devoción a la misma y la ejecución diaria de los preceptos. Al tiempo que se acusan mutuamente de takfir, un término que define al musulmán apóstata o impío, utilizado libremente contra cualquiera que no cumpla estrictamente con su visión del Corán.
Para la organización dirigida por el egipcio Ayman al-Zawahirí, sucesor de Osama bin Laden, es prioritario derrocar y reemplazar los regímenes apostatas del Islam, aunque es interesante señalar que los únicos países atacados por ellos han sido gobiernos “republicanos” con todas las fallas del caso, como Siria, Irak, Yemen o Mali, frente a Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos (EAU) o Qatar, con casas gobernantes plagadas de corrupción, a las que les cabrían todas las acusaciones de apostasía posible, pese a ellos jamás han sido atacadas, tal cual sucede con el Estado de Israel, el enemigo jurado de todo el mundo musulmán.
Al tiempo que Daesh, concentra sus ataques contra objetivos de menor envergadura, aunque a la hora de revisar las consecuencias suelen ser sumamente trágicas y notorias, la organización fundada por Abu Bakr al-Bagdadí, elige minorías religiosas como podrían ser la chiíta en Irak o Líbano, los yazidíes del Kurdistán o los hazaras afganos e incluso atacan grupos ideológicamente afines, pero que no considera del todo fieles.
Para lograr sus objetivos, el Daesh recurre a tácticas experimentadas en su larga bitácora de guerras, en las que ha hecho grandes movimientos de tropas y utilizando artillería pesada, para invadir y ocupar nuevos territorios, como Sirte en Libia o en Mosul, Irak.
La presencia de ambas organizaciones en África, o sus dignatarios como lo son el Grupo del Estado Islámico en el Gran Sahara (Daesh) y el Jama’at Nasr Al islam wa Al mouminin, (al-Qaeda) buscando abrir frentes en las naciones más deprimidas económicamente y con crisis sociales casi terminales, desde la perspectiva de la integración cultural, tribal, étnica o religiosa. Esto indica en si una táctica similar de las dos organizaciones y un mismo fin, que es el hacerse con los recursos naturales de grandes áreas, desde donde presionar al verdadero poder: los Estados Unidos, junto a las antiguas metrópolis, particularmente Londres y Paris. Con quienes están librando grandes combates desde 2012.
Las batallas que se libran en el Sahel Occidental (Mali, Chad, Níger, Burkina Faso) contra dotaciones occidentales apoyadas por los ejércitos de los países de la región han demostrado la imposibilidad de una derrota pronta. Allí, como en Somalia, Egipto, Mozambique el Magreb y el norte de Nigeria, donde la pobreza y las escasas posibilidades de trabajo han empujado a miles de jóvenes a incorporarse a alguna de las organizaciones que más allá de las disputas ideológicas tienen una sola meta en común, el poder absoluto.
*Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.
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