Eduardo de Jesús Castellanos Hernández
Recientemente, con motivo de mi más cercano intento fallido, un amigo me dijo lo mismo que otros ya antes me habían prevenido y que yo también repito cuando viene al caso -aunque me resisto a aceptar-, sobre todo en sesiones formalmente académicas: todo está en manos de los partidos políticos, a lo cual agrego: a través del sistema de cuotas que, viéndolo bien, no estaba tan mal. Ahora, con la 4T, parece que este sistema ya desapareció, aunque habrá que ver lo que pase cuando nombren a los cuatro que faltan en el consejo general del Instituto Nacional Electoral.
Acabo de asistir a un foro virtual sobre Organismos Constitucionales Autónomos, organizado por el Foro de Constitucionalistas de la República Mexicana -uno más de los colegios académicos en los que participo-, en el que escucho otra vez la sentencia irrecusable sobre el procedimiento para llegar a formar parte de los órganos superiores de dirección de los oca’s: se necesita el apoyo de un partido y no tener un veto insuperable de otro partido.
Al inicio de cada nuevo intento mi esposa anuncia el resultado y, hasta ahora, nunca ha fallado. Pero cada uno tiene su encanto, intento convencerla: en primer lugar, se conoce a personas nuevas o se reencuentra uno con colegas y amigos conocidos desde mucho antes, algo así como un club social. Hay, además, la oportunidad de conocer nuevos procedimientos institucionales, pues no solo las personas sino también las leyes cambian, hasta con reformas constitucionales, de las cuales luego doy cuenta en algún libro. Además, ¿qué tiene de malo ser autónomo, independiente e imparcial? Bueno, pues el primer problema es que muchos no lo creen, pero los que sí lo creen actúan en consecuencia: jamás designan a alguien así. Aunque, optimista, a lo mejor un día se convencen de que lo más conveniente es nombrar a puros de esos.
El caso es que los procedimientos han ido cambiando. Ahora, se entrega una historia escolar y laboral cuidadosamente documentada, incluso con algunos documentos certificados por notario público. Hasta hay exámenes escritos, se entregan ensayos, se asiste a entrevistas frente a cuerpos colegiados integrados por expertos intachables -bueno, ya se dio el primer asunto de uno que al parecer no lo era tanto por lo que fue impugnado, pero rápidamente fue absuelto por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación -.
Más aún, ciertas etapas del concurso pueden ser impugnadas y sometidas a revisión incluso en tribunales que no solo son de legalidad, también lo son constitucionales e interamericanos, ¡convencionales! -por los convenios internacionales cuyo cumplimiento garantizan para la protección de los derechos humanos, eso dicen-.
Pero de cualquier forma la decisión final queda en la total opacidad y nunca ha habido un solo cuadro comparativo de los méritos y deméritos de cada participante y menos aún con los resultados en cada etapa -tal vez sea por aquello de la protección de datos personales, ahora tan de moda-. Nadie se siente obligado a explicar ni a exigir cuentas pues invariablemente son escogidos los mejores.
Del certamen actual, hasta el momento -aunque seguramente de nuevo surgirán cuestiones inesperadas-, lo principal es la bibliografía y las fuentes documentales sugeridas. Es la otra ventaja, le digo a mi esposa: una magnífica oportunidad de estudio y actualización. Por ejemplo, leo ahora con delectación Teoría del ensayo -de José Luis Gómez Martínez- e intento el presente. El ensayo, afirma el autor o al menos así lo entiendo, es un diálogo interno convertido en conversación que pueda interesar a otros, puras divagaciones, pero escritas.
En fin, qué puedo decir yo que solo soy un observador participante y, como dice el poema de Sabines, no espero nada, pero espero.
Ciudad de México, 1 de julio de 2020.
Eduardo de Jesús Castellanos Hernández.
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