Rosy RAMALES
Después de que un pasajero y su familia se bajaron del avión comercial donde también viajaría el presidente Andrés Manuel López Obrador, a Villahermosa, Tabasco, la esposa del mandatario, Beatriz Gutiérrez Müller escribió en Facebook “un honor volar con Obrador”.
Sin embargo, como reza la sabia filosofía popular “todo es del color del cristal con que se mira”.
Para la cónyuge, hijos y demás familiares de un Presidente de la República, siempre será un honor viajar con él, además de un privilegio si acaso los boletos de avión corren a cargo del erario y en primera clase donde tienen derecho a manta, almohada, vino y refrigerio.
Lo mismo puede ocurrir con los funcionarios del gabinete e invitados del mandatario.
¿O viajan en clase económica donde solo tienen derecho a respirar? ¿Cada quien paga el boleto de avión con dinero propio?
También pululan los ciudadanos y ciudadanas comunes para quienes verdaderamente es un honor viajar en el mismo vuelo comercial que el presidente López Obrador. Incluso, nunca falta quien quiera tomarse la foto con él para subirla a redes sociales, imprimirla y ponerla en el álbum de los recuerdos o colgarla en la sala de su respectiva casa.
Claro, no todas las personas que viven o transitan en México tienen el privilegio de viajar con el mandatario nacional; lo pueden contar y presumir.
¿Se imaginan el tamaño del privilegio en los sexenios del panista Felipe Calderón Hinojosa y del priista Enrique Peña Nieto al viajar en el avión presidencial de súper lujo?
Imagínense sentados junto a cualquiera de los dos mandatarios en uno de los amplísimos y cómodos sillones con pantalla individual movible, atendidos cada segundo de cada minuto por guapas azafatas que lo mismo pasaban los periódicos, que servían vino en copas de cristal cortado o la comida tal como si se tratara de un restaurante de comida gourmet.
O imagínense usando los lujosísimos baños del avión presidencial, hasta con sauna y masaje; o jugando ajedrez sobre las mesas ejecutivas dispuestas a lo largo y ancho del avión presidencial, o tomando una siesta en aquella recámara tan confortable cuya cama parece confeccionada con las mismas nubes del cielo por donde pasa la aeronave.
Vaya sí que era un privilegio (más que un honor) viajar con el Presidente de la República.
¿Y hoy es un honor? Ya no hay viajes en el avión presidencial, sino AMLO anda en vuelos comerciales.
Ya hemos dicho que todo depende. Para las personas allegadas al mandatario nacional en turno, sus amigos y colaboradores, por supuesto que lo es. Lo mismo para sus fans.
¿Pero para la gente común?
Tal vez para algunos no, pero no se bajan del avión porque quizá implique una afectación a su economía particular. Vaya, todo fuera como viajar con cargo al erario.
Seguramente las aerolíneas comerciales nunca informan a los pasajeros cuando compran el boleto que en ese vuelo viajará el Presidente de la República, tal vez porque ni la misma aerolínea lo sabe o por razones de seguridad.
Por supuesto, los viajes del mandatario nacional son asuntos de seguridad nacional.
Y también son asuntos de la seguridad personal de los pasajeros, quienes tienen derecho a bajarse del avión si consideran que viajar con el presidente les implica riesgo. Un jefe de Estado siempre tendrá enemigos (internos y externos) y siempre estará expuesto a toda clase de riesgos y peligros.
Entonces es natural que cualquier pasajero abandone la aeronave. ¿Por qué satanizarlo? Está en su derecho, máxime cuando en nuestro país se garantizan las libertades lícitas.
Francamente parece sumamente difícil que un pasajero se baje del avión comercial donde viaja el Presidente de México por motivos ideológicos o de filiaciones políticas. Si aguanta que dirija al país, ¿por qué no aguantar 40 minutos de vuelo en la misma aeronave?
El caso del padre de familia que se bajó del avión junto con su esposa y sus hijos, más bien parece encontrar justificación en el temor para la seguridad personal de él y familiares. Y todos los demás, empezando por el mismo Presidente de México y esposa, debemos respetar tal decisión.
¿Se imaginan como se sintió el señor cuando se enteró que fueron revisados los asientos donde viajarían? Por si habían dejado “algo”, por razones de protocolo. Ya supondrán las medidas de seguridad antes, durante y después del vuelo donde viaja López Obrador. Ha de ser incómodo hasta pararse al baño o intentar abrir un bolso de mano puesto en el guarda equipaje.
Y se entiende, porque la seguridad del Presidente de México es un asunto de seguridad nacional con todo y el “honor” que represente viajar con él.
Por lo tanto, morenistas, colaboradores y familiares de AMLO deberían ser más comprensivos respecto de los temores de los pasajeros. Incluso, la aerolínea debería devolver el costo del pasaje al usuario que decida bajarse del avión.
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Correo: rosyrama@hotmail.com
Rosy RAMALES
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