Segunda sentencia para Lula da Silva: 12 años y un mes de cárcel por delitos de corrupción y blanqueo de dinero. La jueza Gabriela Hardt ha dictado la esperada segunda condena contra el ex presidente, que está preso desde abril del año pasado por otro caso. En esta ocasión se trata de los sobornos que el ex mandatario habría recibido de forma disimulada a través de las reformas en una finca de veraneo situada en Atibaia, en el estado de São Paulo.
La jueza corroboró la versión de la Fiscalía, que en la denuncia apuntó que las empresas OAS y Odebrecht hicieron reformas en la casa a gusto de Lula y su esposa por valor de un millón de reales (casi 240.000 euros). A cambio, el ex presidente habría maniobrado dentro de la petrolera Petrobras para mantener en sus puestos a los directivos que firmaban los millonarios y fraudulentos contratos con estas y otras empresas constructoras.
Lula y sus abogados siempre alegaron que esa finca no es de su propiedad, sino de una amigo, Fernando Bittar, que se la prestaba de vez en cuando. En la sentencia, la jueza les da la razón, pero puntualiza: “Es un hecho que la familia del ex presidente Lula frecuentaba asiduamente el inmueble, así como que disfrutó de él como si fuera de su propiedad”. La casa no era de Lula, pero como si lo fuera.
Al tratarse de una sentencia en primera instancia, el ex presidente podrá recurrir. La jueza Hardt es la sustituta del juez Sérgio Moro, que firmó la primera sentencia contra Lula. Ahora Moro es el ministro de Justicia del Gobierno de Jair Bolsonaro, fichaje que la izquierda brasileña ve como la evidencia de que la Justicia está politizada y que Lula fue y sigue siendo víctima de una persecución para evitar que volviera al poder.
En la cárcel desde abril
Lula entró en la cárcel el 7 de abril por haber recibido un tríplex en una playa de Guarujá (también en São Paulo), pagado por la constructora OAS, una especie de regalo por los favores que Lula realizaba dentro de Petrobras. Pese a estar encarcelado, el Partido de los Trabajadores le lanzó como candidato a la presidencia y, durante meses, era el claro favorito en todas las encuestas. A última hora, la Justicia derribó su candidatura y el partido le sustituyó por Fernando Haddad, que, sin el carisma de su padrino político, no logró frenar a Bolsonaro en las urnas.
Pese a los innumerables recursos que sus abogados presentan al Tribunal Supremo en busca de la libertad provisional, el calvario de Lula no tiene visos de acabar a corto plazo. El hombre más querido y más odiado de Brasil tiene otras causas pendientes que podrían aumentar aún más sus años entre rejas.
Con información de elmundo.es
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