Guadi Calvo*.
Tras las protestas que comenzaron en diciembre pasado y eclosionaron en abril todo habían cerrado bastante bien en Sudán, para los miles de manifestantes que se habían congregado el Jartum, y en muchas otras ciudades y pueblos del país, exigiendo la renuncia de Omar al-Bashir, el autócrata que gobernó el país durante 30 años (Ver: Sudán, entre la primavera y el abismo.)
Los altos mandos del ejército, quizás azuzados por los recuerdos, de la Primavera Árabe de 2011, reaccionaron positivamente y de inmediato se “invitó” al déspota, a que renunciara para instalar un Consejo que acordaría el llamado a elecciones. Pero todo había sido demasiado “civilizado”, demasiado “republicano” para que saliera bien.
Este último lunes 3 de junio, a muy pocas horas de la celebración del Eid con la que termina el mes sagrado de Ramadán y tras varias semanas de cierta inestabilidad, en la que se habían producido la muerte de unos cinco manifestantes en diferentes episodios, las Fuerzas de Apoyo Rápido del ejército, un grupo paramilitar creado con los restos de la temible milicia Janjaweed, (jinetes armados) dirigida por el general Mohamed Hamdan Dagalo, subjefe del Consejo Militar, reprimió brutalmente el campamento de manifestantes que desde fines del años pasado se encuentran acampado de manera constante frente al Ministerio de Defensa en el centro de Jartum. Los militares sudaneses, incendiaron las carpas y comenzaron a disparar contra las manifestantes desarmados, incluso dentro de las instalaciones sanitaria donde estaban siendo atendidas las víctimas de la represión, que finalmente dejó unos 35 muertos reconocidos oficialmente y cientos de heridos, lo que hizo colapsar todo el sistema sanitario de la capital. Poca información existe acerca del número de detenidos, de los que se esperaba comenzar a tener información con el correr de las horas. Según algunas fuentes locales habría más cuerpos sin vida, en el hospital al-Moalem, próximo al lugar de la represión, donde se ha impedido el acceso de los periodistas.
A lo largo de abril y mayo el Consejo y los líderes de las protestas, habían mantenido conversaciones respecto a un gabinete y un cuerpo legislativo interinos, que pudieran gobernar el país durante una transición calculada en tres años. Las discusiones por la composición y el liderazgo del nuevo consejo transitorio, empantanaron la situación hasta que desbordó la paciencia de los manifestantes no solo en Jartum, sino en otras ciudades del país como en Omdurman al otro lado del Nilo y al-Qadarif al oriente de país. El accionar de las fuerzas de seguridad casi al unísono, es lo que dio a sospechar por parte de los manifestantes que el asalto parecía ser un movimiento coordinado y no una cuestión espontánea de los militares o el exabrupto de algún jefe desbordado por la situación.
Los manifestantes que habían decidido permanecer en los campamentos frente a la Ministerio del Ejercito en la capital a espera que la promesa de los militares se cumpliera, prácticamente puso a todo el país en estado de asamblea, presionando al nuevo hombre fuerte de Sudán, el general Abedel-Fattah Burhan, quién estaba demorando la decisión de permitir que los líderes civiles emergidos al calor de las protestas, pudieran integrarse al gobierno de transición.
Los motivos de la dilación son muchos, hay demasiados militares que no están tan de acuerdo con entregar el poder a los civiles, además de que otros muchos, en actividad y en retiro, están temerosos de que sus huellas en la corrupción de treinta años estén muy marcadas. Disimular negociados, limpiar prontuarios, y acomodar los resortes del poder para que la casta militar no quede fuera de juego, son razones muy valederas por lo que los generales se niegan a pasar a un segundo plano y permitan que los civiles lideren la transición.
Las negociaciones entre el general Burhan y los principales líderes de las movilizaciones habían logrado generar un estado de tranquilidad hasta hace pocas semanas cuando las conversaciones se empantanaron y prácticamente no generaron más avances. Lo que obligó a los manifestantes a nuevas protestas y exigencias entre ellas que los militares tuvieran una menor participación en el futuro gobierno de transición, lo que provocó que algunos jefe plantearan fuertemente a que el Ejercito abandonara el poder.
Por otra parte continúan las conversaciones entre el General Burhan con sus dos principales aliados, el presidente egipcio Abdel Fattah al-Sisi y el príncipe heredero de los Emiratos Árabes Unidos Jalifa bin Zayed al-Nahayan, aliados del consejo militar de la primera hora, sobre el destino final de Omar al-Bashir.
Barajar y dar de nuevo, con sangre.
Tras la matanza, la cuerda volvió a tensarse y el Consejo Militar después de informar que habían sido cancelados todos los acuerdos a los que se habían llegado con los líderes de la protesta, informó que formaría un gobierno interino encargado de preparar las elecciones, que se realizaran en nueve meses y que serían supervisadas por organizaciones internacionales.
Por su parte tras la matanza del lunes, la Asociación de Profesionales Sudaneses, una de las organizaciones que más calibre político ha adquirido al calor de los días de abril y mayo, pidió que se clausuraran las principales rutas, para “paralizar la vida pública” de todo el país. Las Fuerzas para la Declaración de Libertad y Cambio, (DFCF, por sus siglas en inglés), otra de las organizaciones que han tomado la representatividad de los manifestantes en las negociaciones, llamaron al derrocamiento del Consejo Militar y que las protestas callejeras se incentiven. Madani Abbas Madani, líder de la DFCF, llamó a una campaña abierta de desobediencia civil continuará tratando de obligar al Consejo a abandonar el poder, comprometiéndose a seguir su campaña de desobediencia, pidió ir a la huelga general y llamó a más marchas nocturnas en todo el país.
Antonio Guterres, el secretario general de Naciones Unidas, (ONU), condenó la represión y pidió a las autoridades que permitan una investigación independiente, a lo que definió como “uso excesivo de la fuerza” por parte de los ex Janjaweed. Mientras que Michelle Bachelet, la jefa de derechos humanos de la ONU, habló de su alarma ante los informes, que denuncian el uso de municiones reales, contra civiles desarmados. Tanto la embajada de los Estados Unidos, como la del Reino Unidos, también expresaron preocupación. Mientras que Amnistía Internacional solicitó al Consejo de Seguridad de la ONU a imponer sanciones a los miembros del Consejo Militar.
El general Abedel-Fattah Burhan declaró el martes por la mañana, que los líderes de la protesta, eran los responsables de la violencia, por haber retrasado adrede las negociaciones, para impedir la asunción de un gobierno interino. Burhan, anunció que se investigarán los hechos del lunes, sin mencionar la responsabilidad de las fuerzas de seguridad. Apoyando así lo dicho por el portavoz del Consejo, el teniente general Shams El Din Kabbashi, que negó la responsabilidad de los militares en la matanza y agregó que las fuerzas de seguridad solo se habían limitado a perseguido a “elementos ingobernables” que huyeron del lugar de la protesta, tras causar el caos.
La situación de Sudán ha cambiado radicalmente en poco menos de cuarenta y ocho horas, y alejándose de su tardía Primavera Árabe, ha dado un paso más hacia el abismo.
*Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.
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