MORELIA, Mich., 10 de julio de 2024.- “¿Por quién fueron criados para hacer eso?”, es probablemente la pregunta que más de uno se ha hecho después de escuchar el relato de un homicidio brutal, y fue esta la interrogante que lanzó en la sala José Armando, padre de Marijó, víctima de feminicidio.
La mayoría de las víctimas indirectas de feminicidio y de homicidio que deciden dirigirse al juez lo hacen para pedir justicia en la última audiencia.
Una sentencia implacable, condena y años de cárcel, pero José Armando, el padre de la joven estudiante oriunda de Salvatierra, Guanajuato, explicó, más que pedir, con lo que tiene que vivir. Con esa interrogante:
-¿Qué les hizo Marijó?.
El juez Cristóbal Luviano le cedió la palabra y José Armando consultó con su asesor legal, después habló.
“Mi hija salió de allí-Barezzito-, porque la iban a llevar a su casa… Les pidió clemencia, pero hicieron con ella lo que quisieron, ¿qué les hizo?”, cuestionó el padre de la que fuera estudiante de la Facultad de Veterinaria.
A más de siete años es la constante pregunta con la que vive él y su familia, los hermanos de Marijó y su madre, quienes además han tenido que lidiar con problemas emocionales y hasta del sueño.
Marijó, “cometió un error que le quitó la vida, pedir un raite, pero que también nos quitó la vida a nosotros, a mí, a sus hermanos y su mamá; le quitaron la vida y ese, es un hecho con el que ya no se puede vivir. Despertamos constantemente con pesadillas. Veo todo lo que le hicieron a mi hija, pienso que no puede ser cierto, pero lo es. Lo sé cuando despierto”.
Ante aquel discurso de un padre lastimado, que sufre. De un hombre que lloraba, el juez Cristóbal Luviano se mostró empático. Lo dejó expresar cada emoción, mientras que los acusados tenían clavada la vista en el piso. Jamás cruzaron miradas con el papá de Marijó; no se inmutaron ante aquel padre de familia que les cuestionaba su participación en el feminicidio.
Pero José Armando espera que no sea el único que lidie con ello, con la muerte brutal que le dieron a su hija, que también lo vivan los acusados.
“Podrán ser sentenciados o dejarlos ir, pero siempre llevarán en su consciencia lo que hicieron; quizás en la madrugada recuerden a mi hija llorando, suplicando, porque de un balazo, de un tiro de gracia, le quitaron todo, ¡qué valientes, cuatro hombres contra una mujer!”.
Para el padre de Marijó los responsables del feminicidio de su hija, abusaron de la situación. “¿Qué les hizo mi hija? Abusaron de su poder, de su fuerza y de ser más”, palabras que dejan más que claro la relación asimétrica de poder entre los perpetradores y Marijó, que además se encontraba en estado de ebriedad y había pedido la dejaran cerca de su casa.
El discurso de José Armando causó un gran impacto entre los asistentes que, con rostro sorprendido, escuchaban las consecuencias que trajo a la familia la muerte de Marijó, en especial en su padre, quien reconoció sentirse desgastado cada vez que acude a las audiencias y por eso no quiere ni siente interés en presentarse. Pero al ser la última acudió para ejercer su derecho a expresarse.
Marijó fue asesinada en el mes de febrero del 2017 presuntamente a manos de tres hombres, Alexis Padilla, prófugo, y Cristián Jose R., y Francisco O., procesados.
Marijó había conocido a un amigo de los acusados y este le habría ofrecido llevarla a casa, sin embargo, antes de llegar a la avenida Camelinas Marijó pidió que la dejaran bajar, pero Alexis Padilla se enojó y comenzó con darle una cachetada y negarse a dejarla irse. Después de aquel primer golpe, fue llevada hasta la salida a Pátzcuaro, donde Alexis Padilla, Cristián Jose R., y Francisco O., la golpearon con los puños y a patadas en los genitales, así como cabeza y tórax, provocando en la joven un gran daño.
No suficiente con ello, la llevaron a un segundo punto donde la asfixiaron con un cinturón, todo mientras la persona con la que se enganchó-desconocido hasta ahora-y Pablo Enrique, el testigo protegido, lo veían todo, pero no le prestaron ayuda.
Poco después, Alexis Padilla pasó por una pistola a su casa y llevaron a Marijó hasta la salida a Atécuaro y en el paraje La Virgencita le dieron muerte de un balazo en la cabeza, de acuerdo a la teoría del crimen de la Fiscalía General del Estado.
Pablo Enrique asustado por aquello que había presenciado huyo de Morelia, abandonó sus estudios y se refugió en Guadalajara, no fue sino hasta tres años después que relató todo, eso sí, a cambio del Criterio de Oportunidad para evitar pisar la cárcel junto a Cristián Jose R., y Francisco O., procesados y acusados de feminicidio.
VÍA | TELÉFONO ROJO
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