Joel Hernández Santiago
Los procesos electorales sirven para conocer a los candidatos de los distintos partidos políticos y su ideología, doctrina y proyecto de gobierno o de Nación. Esto en un tiempo determinado marcado por la ley y con los recursos que les tienen asignados las autoridades electorales.
Digamos que esto es así en teoría. Porque en los hechos cada uno de los partidos políticos y sus candidatos se saltan las trancas en el uso de los recursos públicos y en los tiempos de campaña. Por ejemplo, la señora Claudia Sheinbaum tiene, por obra y gracia de Palacio Nacional, un periodo extremadamente largo de campaña y, por supuesto, holgura en los recursos públicos.
Comenzó desde noviembre de 2021 cuando se le nombró una de las Corcholatas mayores, y con ese pretexto acudieron ella y los otros Corcholatos a recorrer el país con el pretexto de “Asambleas Informativas” o “Conferencias magistrales”… Y desde entonces no ha parado, con el membrete de “Sigamos haciendo historia” (Morena-Partido Verde-Partido del Trabajo).
Los otros dos candidatos, Xóchitl Gálvez de “Fuerza y Corazón por México” (Partido Acción Nacional, Partido Revolucionario Institucional, Partido de la Revolución Democrática) y Jorge Álvarez Máynez de “Movimiento Ciudadano”, acotaron sus tiempos a lo que marca la ley porque, además, en ambos casos la tardanza se debió a la indefinición para ser nombrados candidatos por sus partidos políticos.
El tema central aquí es que alguno de los tres habrá de ganar la elección presidencial. Gobernará al país por seis años y recibirá el poder de Andrés Manuel López Obrador que pasará a vivir –dice él- a su rancho en Palenque, Chiapas. Aunque habrá que ver si esto es verdad una vez que se conozca si su candidata Claudia Sheinbaum gana, entonces querrá co-gobernar con ella…
A menos que ella misma decida quitarse esta presencia para poder ser ella misma la presidenta del país, con sus propias ideas y proyecto de gobierno… Lo que –lo dicho antes aquí mismo- podría parecer a aquel momento histórico del Maximato y Lázaro Cárdenas en 1934-35. Cárdenas llegó a la presidencia por orden del Jefe Máximo, así llamado Plutarco Elías Calles…
Pero por lo mismo este ex presidente no dejaba gobernar a Cárdenas. Le impedía cualquier movimiento propio como Ejecutivo del país. Y lo peor, que el gabinete que le impuso para gobernar no acordaba con el presidente, sino que acudían a Cuernavaca para recibir órdenes e instrucciones de don Pluto. Por tanto en junio de 1935 a unos meses de haber tomado el poder, Cárdenas ordenó a Calles que saliera del país. Que se fuera a volar. Que lo dejara ser presidente. Y cambió al gabinete.
Y ahí está uno de los meollos del asunto: el gabinete. Seres de la política nacional que son relevantes por las tareas de gobierno hechas o por los apoyos que brindan o al partido político al que pertenecen o a sus dirigentes o representantes de gobierno.
Una vez que un candidato ha obtenido el triunfo –en el caso de la presidencia del país- los mexicanos se preguntan ¿cómo estará formado su gabinete? ¿Con quién? Y ¿Por qué este personaje sí y por qué otros no?
Antes ha ocurrido una lucha encarnizada entre los aspirantes a cargos, como Secretarios de Estado o alguna de las funciones adicionales que establece la Constitución Mexicana. Están al acecho. Se ven ahí muy aplaudidores en mítines de campaña…
Se muestran solícitos con la candidata o el candidato. Caminan a su lado. Están en las zonas estratégicas de apoyo durante la campaña. Ocupan puestos aun el en gabinete a la espera de que se les llame. Son gente que está ahí por voluntad de los candidatos, pero sobre todo muchos de ellos están ahí porque el mando supremo los impone y ellos confían en que así será…
Pero: resulta que este gabinete es aceptado por el ganador de la contienda e impone a su gabinete días después de su triunfo. Por esos personajes nadie votó. A los mexicanos no se les consultó la selección de ellos. Son los que harán y desharán en el gobierno, bajo el manto presidencial.
Y de pronto están ahí, por obra y gracia del ser supremo o sus dirigente de partido, y los mexicanos tendrán que apechugar porque no le está dado decidir a su gobierno, porque se ha elegido a una persona, pero no a la multitud que lo acompañará en el gabinete legal o el gabinete ampliado o en algunas de las direcciones adicionales u órganos desconcentrados.
Claudia Sheinbaum tendrá que cargar con personajes que le son afines, pero otros no, pero tendrá que incluirlos porque “conviene a la preservación de la 4-T”. Tatiana Clouthier; Adán Augusto López, Ricardo Monreal, Citlalli Hernández, Gerardo Fernández Noroña, Juan Ramón de la Fuente, Javier Corral Jurado; Omar García Harfuch: Olga Sánchez Cordero… Arturo Zaldívar y tantos más.
Unos estarán ahí en cargos de no elección popular; otros irán como plurinominales al Legislativo. Pero serán peones del gran ajedrés del poder político mexicano.
En caso de ganar Xóchitl Gálvez, algunos nombres ya están codificados: Santiago Creel, Enrique de la Madrid, Maximiliano Cortázar Lara, Kenia López Rabadán, Margarita Zavala, Josefina Vázquez Mota, Rubén Moreira Valdez, Ildefonso Guajardo y muchos más.
Jorge Álvarez Máynez tiene a poca gente a la que considera indispensable, pero sí tiene a quienes podrían ser miembros de su gabinete en el caso de llegar a ser presidente. Samuel García, gobernador de Nuevo León, sin duda, nutrirá de nombres su listado.
Pero eso: ¿Y ellos qué hacen ahí? ¿Se le consultó a los mexicanos la integración de estos gabinetes previo al día de la elección para saber a qué le tira cada uno de los candidatos? ¿Quiénes serán responsables de muchas de las tareas que importan mucho y que impactan la vida de los mexicanos?
Si. La democracia es el mejor modelo de elección y de gobierno, pero también, como diría Winston Churchill: no es perfecta, y este es el caso.
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