Libia, la guerra estancada.

 

Guadi Calvo*.

Desde abril cientos tras el inicio de la ofensiva del general Khalifa Hafther al mando del Ejército Nacional de Libia (LNA) contra Trípoli (Ver: Libia: Más sangre que petróleo), más de 1200 civiles han sido asesinados y cerca de 300 mil desplazados, víctimas de la guerra estancada que se libra, entre las fuerzas de Hafther y las del Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA) respaldado por Naciones Unidas (ONU). Los que finalmente fueron los dos bandos vencedores tras la entente occidental, que no solo terminó con el gobierno del Coronel Gadaffi, sino que redujo a despojos lo que hasta febrero de 2011 fue la nación más desarrollada de África.

Los ataques aéreos, en esta guerra de carroñería, en su mayoría realizados con drones, Naciones Unidas estiman que en los últimos seis meses, ambos bandos han realizados cerca de mil misiones de drones. Además de bombardeos con F16 emiratíes y egipcios y artillería han destruido algunos de los pocos hospitales que habían quedado en pie tras los inicios de la guerra contra Gadaffi o los de campaña, levantados con urgencia y recursos financieros por las ONU o la Unión Europea (UE). La misma suerte corrieron escuelas y centros de refugiados, mientras que una vez más el aeropuerto de Mitiga, en único operable de Trípoli, fue obligado a cerrar.

Haftar, un ex general de Gadaffi, que tras su deserción del ejercito libio, vivió 25 años en los Estados Unidos a pocos kilómetros del Cuartel General de la CIA en Langley, Virginia, cuenta con el apoyo de los Emiratos Árabes Unidos (EAU), Egipto, Rusia, y Francia y solapadamente también cuenta con el apoyo de los Estados Unidos, que oficialmente respalda al GNA, “dirigido” por Fayez al-Sarraj el Primer Ministro, ungido irresponsablemente por la ONU, además tiene el apoyo de Turquía e Italia, la antigua potencia colonial en Libia, con una fuerte disputa con Francia, por la explotación petrolera. 

Ambos bandos, como varias Khatibas (milicias) autónomas como las Séptima Khatiba de Tarhuna a 65 kilómetros de Trípoli, o las de las ciudades de Misrata y Zintán siguen recibiendo de manera constante suministro militares, desde el exterior más allá que la ONU, estableció un embargo el armas en 2011.

Tanto el ejército de Hafther como el del GNA, han sido responsables de masacres contra la población civil, desde no bien iniciado la ofensiva de abril. El 16 de ese mes cohetería lanzada por el Ejército Nacional de Libia, cayó sobre el distrito tripolitano de  Abu Salim, alcanzando a impactar en varias manzanas, matando a ocho civiles, hiriendo al menos cuatro más. Un ataque similar, contra el poblado de Qasr bin Ghashir, el 14 de mayo dando contra un edificio de tres pisos, donde murieron al menos cinco civiles y resultaron heridos cerca de una docena.

Durante el mes de octubre Unicef denuncia el fuerte incremento de víctimas infantiles. Tres niños, junto con dos mujeres, murieron en un incidente producido a 16 km de Trípoli; otras tres niñas junto a su madre resultaron heridas, cuando su vivienda fue alcanzada por un cohete al sur de la capital; mientras que una niña de 13 años, murió y otras cinco resultaron heridas cuando, estalló un incendio provocado por efectos de la artillería, en su escuela de la ciudad de Janzour, a 18 kilómetros de la capital.

El 27 de julio varios misiles dieron contra un hospital de campaña cercano al aeropuerto de Trípoli, matando a cinco médicos y rescatistas e hiriendo a otros ocho más. Según los investigadores los fragmentos de los explosivos encontrados en el lugar, era Blue Arrow 7 lanzado desde un dron Wing Loong de origen chino, con un valor de 2 millones de dólares por unidad, con capacidad dispara un máximo de ocho misiles, cada uno, operado por los EAU en nombre del LNA, una de las evidencias que demuestran que en esta guerra están involucradas de manera directa otras naciones.

Los combates terrestres, entre ambos ejércitos juntos a las diferentes Khatibas, que operaran para cada lado de al menos de 400 combatientes cada una, se dan casi de manera exclusiva en unos pocos distritos del desierto en las afueras del sur de la capital. Mientras que en casi todos los barrios de la ciudad de Trípoli, las calles están obstruidas, por el tráfico vehicular civil,  apenas puede circular detenido de manera constante por retenes y trincheras además de los cúmulos de basura, que hace meses no se recoge.

Échale la culpa a Moscú.

Los médicos del hospital de campaña de Aziziya al sur de Trípoli, al que solían llegar víctimas con heridas abiertas y extremidades despedazadas, producto del fuego de la artillería, denunciaron que desde comienzos de noviembre, están notando que los muertos llegan con pequeños orificios en la cabeza o el cuerpo producto de proyectiles que matan al instante y nunca salen del cuerpo, lo que habla claramente de la presencia de francotiradores con alto nivel de entrenamiento. Diferentes medios occidentales acusan directamente a mercenarios rusos, ya que la falta de salida del proyectil coincide con las municiones utilizadas por fuerzas rusas en “otros lugares”, sin poder especificar más que Siria, donde si operan fuerzas rusas a pedido del presidente Bashar al-Assad.

Según las denuncias periodísticas provenientes de fuentes norteaméricas, los francotiradores pertenecerían de la compañía privada rusa Grupo Wagner, que ya habría operado en Siria. Los francotiradores serian parte de unos 200 combatientes rusos que llegaron a Libia un mes y medio atrás, como parte de una campaña del Moscú, que pretendería reafirmar su influencia en Oriente Medio y África.

El general Osama al-Juwaili, el principal comandante de las fuerzas alineadas con el gobierno de Trípoli ha declarado: “Está muy claro que Rusia está participando en este conflicto” mientras otros funcionarios insisten en que cada semana más mercenarios, aunque no explican de donde salen los fondos para abastecer con dólares en efectivo, uniformes y calzado, como se ha visto la semana pasada en primera línea de Ain Zara. Ni con que financia la compra de los drones turcos a 5 millones cada uno, fabricado por la empresa del yerno del presidente Recep Tayyip Erdogan, Selcuk Bayraktar.

Un elemento, si bien en este momento de escasa presencia es la Wilayat Barqa, (Provincia Cirenaica) la franquicia del Daesh, en Libia, que acaba de realizar su juramentos de lealtad al nuevo emir Abu Ibrahim al-Hashemi al-Qurashi, tras la muerte de al-Bagdadí.

El Daesh, prácticamente ha desaparecido desde que fue expulsado de Sirte en 2016, manteniendo algunas células en áreas del sur bajo del país, fuertemente perseguidas por las fuerzas de Khalifa Hafther, aunque con la intensa actividad que tiene la organización terrorista en Níger y norte de Mali, pueda reagruparse y operar, según las necesidades políticas de Estados Unidos, como lo ha hecho de más de una oportunidad

Para finales de 2019, se espera se concrete una conferencia en Berlín, con el fin de conseguir la resolución del conflicto, que para algunos organizadores de no acodarse una solución la guerra podría prolongarse, con diferentes alternativas, por largos años en una irresolución absoluta, tan estacada como se encuentra ahora.

*Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.

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