El coronavirus desde Londres. 8 breves lecciones

El mundo se está sacudiendo por una pandemia sin precedentes. Desde Australia hasta México, desde Irán hasta Canadá, todo el planeta.

Es la primera vez que escuchamos que un evento terrible que está sucediendo en algún lugar lejano del planeta, nos esté pasando a todos por igual. Actualmente, estoy viviendo esta catástrofe mundial desde un cuarto en la capital de Inglaterra. Recuerdo cuando a finales de enero escuchábamos que China cortaba la libertad de tránsito de millones de personas en Wuhan y todos opinábamos: “ese gobierno chino autoritario que encierra a millones de personas”.

Ahora, esa realidad lejana, de esa ciudad de China, que muchos no sabíamos que existía, nos alcanzó.
Nunca pensé vivir esto desde Londres. En marzo, una semana después de que el norte de Italia se pusiera en cuarentena, Diego, mi compañero de posgrado, se regresó a Costa Rica. La semana siguiente, otros dos compañeros se regresaron a sus hogares; Rodrigo a Chile y Armando a Líbano. Cuando menos me di cuenta, las dos universidades donde estoy estudiando en Londres se habían vaciado.

El 20 de marzo, las universidades cancelaron todas las clases presenciales, cerraron las bibliotecas y cafeterías. Al día siguiente, cuando fui a comprar comida, entré a tres supermercados grandes cerca de mi casa y la gente se peleaba por los productos; incluso hubo quienes llegaron a los golpes. Jamás en mi vida pensé ver gente que usaba la violencia física para conseguir papel de baño, menos en un país del llamado “primer mundo”.

Un día después, cuando regresé a las tiendas, casi no había productos. Los andenes estaban vacíos; me sentía como si estuviera dentro de esas imágenes de desabasto que salían desde Venezuela a mediados de 2018. Ese mismo día, el gobierno recomendaba no ir a restaurantes, cines, teatros, bares, peluquerías, bibliotecas o gimnasios; pero todavía se veía gente asistiendo a esos lugares.

Al principio, cuando Italia, España y Francia empezaron a limitar la libertad de tránsito, la estrategia inicial del gobierno británico era no cerrar nada y crear a largo plazo inmunidad comunal; en otras palabras, que la gente se volviera inmune al virus y dar prioridad en los hospitales a la gente joven. Rápidamente el sistema de salud colapsó.

El 23 de marzo, el gobierno de Reino Unido cerró todo, excepto supermercados y farmacias. Unos días más tarde, el 5 de abril, el gobierno británico sufrió un gran golpe por no aplicar las políticas públicas adecuadas a su debido tiempo: el Primer Ministro Boris Johnson fue hospitalizado y estuvo varios días en cuidados intensivos.

Ese gobierno que subestimó al nuevo virus, casi pierde al Jefe de Gobierno, es el sexto país con más casos positivos y el quinto con más víctimas.

Durante los últimos 2 meses solo ha habido noticias negativas en los medios de comunicación. Nadie sabe cuándo terminará esto, ni siquiera si ya estamos en la punta de infectados. La incertidumbre reina.

Sin duda, de este episodio negro de la humanidad, tenemos que aprender varias lecciones.

En primero lugar, el gasto público en salud y educación son asuntos de seguridad nacional: tienen que ser entendidos como inversión y no como carga indeseable para el Estado.

Segundo; para problemas transnacionales es necesario mayor colaboración global entre naciones. Actualmente cada país enfrenta de manera diferente este virus y pareciera como si la Organización Mundial de la Salud fuera un adorno de navidad.

Tercero. Tenemos que pensar mecanismos para detener las fake news, especialmente en épocas de emergencias. Cuarto, el capitalismo no es tan dinámico como nos han dicho los neoliberales y libertarios. Un virus puede destruir la economía global en semanas.

Quinto. La transparencia de información y rendición de cuenta hacia los gobiernos puede salvar vidas. Si el gobierno chino hubiera actuado cuando detectó el virus, tres meses antes de que Wuhan se cerrara, posiblemente ahora no estaríamos viendo esta cuarentena, 2 millones de personas no estarían infectadas y millones de personas no habrían perdido sus empleos.

Sexto. Ciertos cargos públicos son para técnicos y tienen que estar alejados de la grilla política.

Séptimo; persuadir a todos los gobiernos del mundo para la prohibición de la venta de animales salvajes y la creación de estándares internacionales de seguridad e higiene para la venta de alimentos de origen animal en todos los mercados del mundo. De esta manera se podría prevenir futuras pandemias como la que estamos viviendo o peores.

Octava y más importante, a tomarnos más enserio nuestra salud: hacer ejercicio; no comer alimentos chatarra; dejar de fumar; no tomar mucho alcohol; y aprender a lavarse las manos más seguido y no tocarse la cara, con o sin pandemia.

Roberto Cabrera
Licenciado en Derecho por la UNAM.
Maestro en Teoría Política por el University College London y candidato a Maestro en Administración Pública por la Universidad de Nueva York.

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